Monday, December 1, 2014

ENCUENTRO CERCANO CON BORGES

Tomado del libro Cuentos, Historias & Relatos Tomo 2
Por A.J.Ortega

Son las dos de la tarde y sobre los campos de la Universidad de California se extiende el picante sol de verano que se posa perezoso sobre el extenso césped verde que rodea todas las edificaciones, entre las que se cuenta la facultad de literatura y filosofía. En uno de sus salones de conferencias se encuentra un invitado a disertar el famoso escritor Argentino Jorge Luis Borges. Por extraña paradoja está ciego como se dice que era Homero, el padre de la mitología antigua. La obra literaria de Borges es considerada en el mundo de la literatura moderna, como una obra extraordinaria porque abarca casi todos los géneros literarios. Borges es ensayista, poeta, novelista, cuentista, prosista, historiador, periodista y todo ello lo ha sido de tiempo completo.

Ese día se la había pasado dialogando por horas con los alumnos de la facultad de filosofía y literatura y con invitados externos a la Universidad que llenaron el salón de conferencias para escuchar al maestro que expresa ideas, cuenta historias y responde interrogantes .En este preciso instante, Borges está hablando de todo lo que abarca su conocimiento y por supuesto, discute con amplitud e interés personal sobre política de América Latina, y en particular la de Argentina que conoce desde la derecha.

Ahora, hace un alto para tocar otro tema, el de la literatura en el que se desenvuelve como pez en el agua porque las letras son  lo que más le apasiona.

Borges se acerca a los sesenta años y en este momento está diciendo que morirá soltero pero escribiendo sobre el amor.

Su cabeza es prominente. Las cejas escasas y en desorden, le dan marco a sus ojos que no ven sino sombras

Es extraordinario sólo imaginar a este ciego pintando en sus obras y poemas, bellos paisajes de luz y color. Podríamos decir que lo hace con los ojos de la mente que es capaz de recorrer amplios horizontes con visiones de otros planos de existencia donde las luces, formas y colores vienen del más allá eterno.

Y del recuerdo porque Borges no todo el tiempo fue ciego.


El maestro habla entonces sin ninguna reserva haber descubierto el arte de las sombras, en cuyos contrastes hay variedades de luces, de mundos ilimitados que son parteros  de ideas novedosas.


De pronto el escritor  hace un alto necesario en su disertación que un joven aprovecha para levantar la mano en señal de que quiere preguntar.


La mujer, que ha sido lazarillo amoroso del maestro, se inclina y le murmura al oído que alguien lo quiere interrogar, a lo que Borges accede con ese tono musical con el que hablan los argentinos:

 

- ¿Si, dígame?

 

- Maestro, ¿Cómo clasifica usted los libros que ha leído?

 

Borges guarda silencio y sonríe unos segundos mientras piensa la respuesta.

 

- Pues mire usted, responde, yo los clasifico en buenos y malos.

 

En la mueca de la boca de Borges aparece otra vez el rictus de seriedad que lo caracteriza. La audiencia, que esperaba oír de sus labios una definición diferente al concepto común, murmura esta vez incómoda porque imaginaba escuchar tema de fondo, una idea nueva que recordar.



La seriedad simulada que por unos instantes mantiene el autor, hace reaccionar a los asistentes con un fuerte aplauso al comprender el humor implícito de la respuesta, porque Borges ha levantado la cabeza, sonriéndole al público que no puede ver.

 

- Pero debo hacer una pequeña aclaración, dice el escritor que se aferra a su paraguas.

 

La audiencia recoge su hilaridad guardando silencio en disposición de escuchar.

 

- Para mi modesto modo de ver, dice el ciego con la más seria de las definiciones, creo que un libro bueno, es aquel que comienza con una carátula sugestiva y que además tiene un buen título. Esa es casi siempre la puerta que se abre a la fantasía del lector de libros. Cuando ojeamos las primeras frases del tema y nos causan asombro, creemos enseguida haber encontrado un tesoro, en el que hay  riquezas idiomáticas en cada frase que nos enseña algo nuevo del saber que apunta a un tema que causa profunda alegría, en particular cuando el estilo del autor es transparente y nos despierta un interés que crece como un río que va al mar y allí nos  transporta hacia un mundo de pensamientos nuevos y descripciones alucinantes que nos hacen circular la sangre con excitación.
 
En un buen libro encontramos sabiduría, conceptos plenos que van, como en el lienzo la paleta, pintando las figuras y los paisajes que toman vida en la pluma del escritor que crea como Dios, personajes hermosos que nos hacen enamorar u odiar por lo que hacen o dicen o dejan de hacer. Queriendo saber el final de la trama, el lector se va comprometiendo de tal forma, que sus emociones se exaltan con los sucesos que allí se cuentan, con el carácter de cada uno de los personajes creados, de las situaciones que viven y que hacen desaparecer el tiempo al transportarnos al mundo profundo del espíritu o la peor bajeza a la que es capaz de llegar el ser humano. La sabiduría, lo que nos hace reír, o llorar, amar u odiar, nos llega de forma tan comprensible y rica en la trama que nos transporta al conocimiento de las experiencias vividas por el escritor, que persisten hasta en la última de las páginas del libro y nos hace sentir tristeza de que se hubiera acabado. Entonces, colocamos la obra como una pieza de arte valiosa en nuestra biblioteca diciendo para nuestros adentros:


!!Qué fácil que es escribir!!.


Y libros malos son aquellos que nos agreden desde un principio con frases oscuras, sin sentido ni armonía, que cuesta mucho trabajo comprender entre una montaña de lugares comunes que confunden el pensamiento. Son tan aburridos, tan pesados, tan pedantes como mamotretos, que difícilmente despiertan el afán de saber su final. Entonces de esos libros malos también nos formamos una idea clara al no quererlos terminar y nos decimos con desilusión:


!!Pero qué difícil que es escribir!!.

 

El maestro paso sus largos dedos sobre su cabello, mientras de pie, todo el auditorio ovacionaba al gran escritor ciego, en el momento en que sobre el campo verde de la universidad el sol de la tarde irradiaba su luz con inmensa claridad.

 

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