Sunday, December 7, 2014

EL BUEN VECINO

Tomado del libro Cuentos, Historias & Relatos Tomo 1
Por A.J.Ortega

Historia escrita desde una realidad ocurrida con la ficcion requerida.

Al barrio 20 de Julio, ubicado en la periferia oriental de Santa Fe de Bogotá, Capital de Colombia, llegaron de los llanos de Casanare Pedro y María. Iban  cargados con  todos los ahorros de su vida para  poner en práctica, eso de ganar  mucho dinero, que para los pobres sólo aparece en  los  sueños. Pensaban comenzar por abrir una pequeña tienda de barrio, en la que invertirían más que plata, sus esfuerzos para lo cual se trasladaron a la ciudad más grande que era la capital del país, es decir  Bogotá. Habían trabajado los cálculos de compramos a tanto y vendemos con hartas utilidades comenzando con  baratijas,  alimentos y cerveza porque es lo que compra la pobreza con  capacidad económica de menor cuantía para adquirir alimentos del diario yantar. Con  lo poco que era su presupuesto  rentaron  una casita de dos pisos donde vivir, pero se aseguraron que tuviera  local de  primera planta y frente a una  calle principal. Y como el que busca encuentra la encontraron tal cual. Pagaron el primer mes de renta y el mismo día que la recibieron la bautizaron con un aviso pintado sobre una tabla de madera cruda, en el que se leía la pretenciosa inscripción de “Mercado Rosita. Abarrotes en general” que, como era buena presunción,  colocaron en alto de la puerta de entrada. A los pocos meses de arduo trabajo de ventas y consecución de clientela, ya podían verse  construidos dos estantes en madera sin acabados, pero eso sí,  llenos de papas frutas y verduras. Lo elemental del mercado familiar para pobres como la papa de Boyacá, las frutas de tierra caliente y las  verduras de la Sabana de Bogotá y de otras regiones y ciudades que también producían bebidas “espirituosas”  como  la cerveza con dieciséis grados de alcohol, que no podía  faltar para los obreros que abundaban por el  barrio ya que moraban trabajando para las obras del gobierno en las calles cercanas a la nueva tienda.


Así que por la buena atención que desde un comienzo dieron sus propietarios a sus clientes en “El Mercado Rosita. Abarrotes en general” comenzaron a encontrarse, unas veces por coincidencia y las otras por el deporte de la chismografía de  las  gentes que allí habitaban y que eran clientes amigos de la novedad  comprando, con lo  premiaron a los recién llegados haciéndolos pensar que habían dado el primer paso del éxito del negocio con acierto.


Pronto,  Pedro y María fueron conocidos por su dedicación a la  limpieza  y austeridad en sus gastos, que son el principio del ahorro para hacer fortuna. Es decir, ellos cuidaban de todo,  pensando que la buena acogida de la gente del barrio era una señal de Dios de que, si seriamente se lo proponían, él los ayudaría a terminar comprando  la casa con local que habitaban, para entonces  por una  cómoda  renta.


Así es que Pedro y María se dieron asentamiento  definitivo en el barrio en el que para su alegría, nueve meses después,   nacería su hija única a la que bautizaron con el mismo nombre que resultó ser de buena suerte, vale decir Rosita como el de la tienda.


 La chiquilla comenzó a crecer  con  los cachetes rojos como semilla de granadilla, muestra de tener una formidable salud y ello también fue para sus padres  buena señal  porque  creció rápidamente a la par con la prosperidad del negocio que por lo bien manejado, pronto tuvieron la tienda tuvo  que cambiar de nombre  por la variedad de productos industriales  y enlatados que comenzaron a venderse  lo que les trajo los consabidos   éxitos comerciales que transformaron la tienda en la  “La Cigarrería de Rosita”  que terminó siendo una especie de almacén general   donde  prácticamente se vendía de todo, mercado para el consumo diario,  productos enlatados, embutidos, licores baratos y por supuesto la  apetitosa cerveza que era más  indispensable que la comida para los obreros. A la edad de  ocho años Rosita se había convertido en  una chiquilla, que  por ser naturalmente graciosa hacía la felicidad de aquella modesta familia que tenía para la gente tan buen comportamiento, que terminó por ganarse  el amor para su hija y la admiración por  sus padres debido a la dedicación al trabajo que sin faltar un solo día se s iniciaban a las seis de la mañana cerrando para descansar a las ocho de la noche. 


Santa Fé de Bogotá es una ciudad de clima frío fundada por el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada, en un día gris como aquel en que Rosita  no regresó de la escuela   pública a la hora en que María siempre pendiente esperaba verla llegar acompañada de sus amiguitas y vecinas. A ellas indagó por su hija y al no obtener una respuesta segura, porque las chiquillas de tan tierna edad carecen del sentido del peligro, su cabeza  se cargó con un mal presentimiento que la hizo correr hacia la escuela en el intento de averiguar qué le pudiera haber pasado. Con el corazón hecho un puño, María se dirigió presurosa  a las oficinas de la directora donde preguntó por la suerte de Rosita. Allí la directora le contestó que la niña había abandonado la escuela como todos los días, pero la respuesta cargada con la indiferencia que le quita importancia a lo que lo tiene, trasladó  el interrogante de María a los  directores de clase y profesores, que aún deambulaban por allí, pensando que ellos sabrían lo que le pudiera haber pasado a Rosita camino a su casa. Pero para su desgracia  ninguno tenía el menor indicio de lo que le había podido pasar a Rosita. 


Presa de la angustia María se lanzó a la calle preguntando por su hija a la gente de los alrededores de la escuela dando descripciones de su vestimenta rosada, de su edad, de su piel trigueña, de su carita  redonda  con ojos grandes y hermosos, de su pelo largo; había  detallado a su hija como una pintura sin lograr una respuesta afirmativa a sus angustias. Con el rostro demacrado y las lágrimas cayendo a chorros por sus mejillas, regresó abatida a su casa y le comunicó a su esposo lo ocurrido.


 - Rosita está secuestrada, le contestó Pedro  pálido como el papel. Hace un momento  recibí la llamada del secuestrador. Nos pide veinte millones de pesos para devolverla. Si hablamos con la policía o con cualquier otra autoridad la matará.



María se desplomó ante la noticia y siguió llorando, esta vez,  más desconsoladamente, porque todo el mundo sabe que el secuestro en Colombia, es una pena de muerte.


 
- ¡La tiene gente mala Dios mío!!¿De dónde vamos a sacar tanto dinero?, Preguntó a su marido.


 
- Tendremos que vender la tienda  inmediatamente, respondió Pedro con la angustia que  no deja pensar en soluciones prácticas ni legales en un momento tan triste y penoso como el que estaban viviendo en ese instante.


 Pedro y María habían cultivado la amistad de Rogelio Puentemayor, el vecino de la cigarrería de la puerta siguiente. Con el transcurso del tiempo y por sus buenas maneras éste vecino de buenas maneras se había vuelto de  entera confianza de la familia de Rosita. A él recurrieron  de inmediato y por común acuerdo en busca de consejo. Entonces le contaron la desgracia por la que estaban pasando.


 
- Tienen que vender la casa, la tienda, lo que tengan de valor  y pagar lo que les pide el secuestrador si quieren salvar a Rosita. Todos los secuestradores son asesinos. Actúen pronto y consigan lo que les pide. Pero no hablen con la policía ni con nadie para evitar que mate a Rosita después de haberla sometido a crueles y dolorosas torturas.


 
- Es lo que pensamos  hacer, confesó Pedro que con su mujer regresó a la casa con la vida  destruida.


 
Como en  una decisión como esa manda el corazón,  la tienda se puso en venta en un anuncio hecho en papel que decía: “Se vende este próspero negocio con casa y todo”  que Pedro colocó destacado en la vitrina principal.


Los interrogantes de por qué está vendiendo tan buen  negocio no se hicieron esperar porque fueron muchos los interesados en saber aunque Pedro y María contestaban ocultando la verdad diciendo en corto  que estaban cansados de tanto madrugar.


 
Mientras tanto, el vecino amigo estuvo solícito para lo que la pareja necesitara y trató hasta donde pudo de hacerles pasar ratos amables, lógicamente sin lograrlo porque la angustia no los dejaba disfrutar de sus amabilidades. Rogelio les recordaba lo mucho que él quería a Rosita, recordaba las tardes en que Jugaba con la niña frente a la tienda  riendo a  carcajadas y luego rememoraba las ocasiones en que la había llevado de la mano al colegio. Les recordaba cómo con su cariño se había ganado la confianza y el amor de la pequeña que le había devuelto la familiaridad amorosa de Rogelio llamándolo tío.


Con esas remembranzas Pedro y María consolidaron con el buen vecino  su   amistad y por ello decidieron seguir sus consejos porque además los sabía dar. Entonces, siguieron al pie de la letra sus  instrucciones  que eran muy parecidas a las que exigía el  secuestrador y  porque además con sus consejos y actividades de búsqueda Rogelio  había tomado las riendas del secuestro y prácticamente se había hecho confidente de cada paso que Pedro y María daban en el intento de recuperar a su pequeña. El buen vecino  daba, por así decirlo, las más claras y puras muestras de la verdadera solidaridad humana en caso tan delicado. Sin faltar uno solo, todos los días pasaba por la tienda y presionaba  para que se pusieran los avisos de venta de la propiedad en los periódicos para ganar mayor cubrimiento y se visitaran los bancos a pedir prestado con hipoteca porque en ellos estaba el dinero a manos llenas y porque  Pedro y María  tenían  allí sus cuentas de ahorros que eran la garantía que los bancos exigían para que se les pagaran los créditos.


 
- Pero hay que hacerlo todo para  pagar al secuestrador que, según ustedes me contaron, ayer  los amenazó  con enviar la manita de Rosita en una caja para demostrar su  crueldad si no se le pagaba  pronto.


 
Entonces, la tragedia se dimensionó más en la imaginación de los adoloridos padres. Pero se hizo mucho más dolorosa en la mente de María que parecía por momentos que iba a  enloquecer alimentada a diario con tanta locura.


Como los días pasaban sin poder vender la tienda y el secuestrador se mostraba por teléfono cada vez más perverso en lo que decía le iba a hacer a la pequeña, por primera vez José y María tomaron la decisión de no consultar con nadie, ni siquiera con su vecino la llamada que pensaron hacer a las autoridades de policía durante la noche que pasaron en vela.


Tal cual.


A primera hora de la mañana siguiente  María se comunicó con la Estación de policía para denunciar con todos los detalles conocidos el secuestro de su hija.


Como por arte de magia, todo  comenzó inmediatamente a moverse de forma diferente. Parecía que i los recursos eficientes de investigación de la ciudad hubieran estado para ellos siempre disponibles por la eficiencia que comenzaron a mostrar,  aunque lo primero que la  humilde pareja recibió fue  una fuerte reprimenda de las autoridades por la demora en denunciar  hecho tan grave.


 
- No sabíamos qué hacer, confesó la mujer. Pero es que nos estamos volviendo locos. Todas las noches me parece que escucho cercano el llanto de mi hija que me llama. Sí, es que ya  no podíamos resistir más esta angustia y necesitábamos recibir ayuda de ustedes que son los que saben qué debemos hacer contestó a la reprimenda María ahogada entre sus lágrimas.


 
Los cuerpos de seguridad de la policía especializados en secuestros se movieron inmediatamente con toda la eficiencia que era de esperarse. Comenzaron con  el rastreo de la ruta que a diario tomaba Rosita con sus compañeras. Se hicieron cargo de confirmar las pocas pruebas aportadas por las personas que fueron las últimas en verla. Con los datos que recopilaron supieron que la niña había logrado acercarse a su casa con las compañeras de todos los días. Luego instalaron equipos para medir  las secuencias y las horas en que ocurrían las llamadas amenazantes. Interfirieron la línea telefónica de la pareja para descubrir las coordenadas desde dónde  llamaba el secuestrador.



- ¿Sospechan de alguien?, Preguntaron a Pedro y María.


 
- No señor, porque la sospecha creo nace cuando uno no tiene amigos y nosotros no tenemos enemigos, o por lo menos eso pensábamos antes, ahora no sabemos porque en la cara de todos está la mentira.


 
- ¿Alguien más conoce del secuestro?
 


- El único que lo sabe todo desde el comienzo es Rogelio, nuestro vecino. Él es una persona  muy amable que nos ha  honrado con su amistad ayudando en todo lo que puede.


 
La policía que por todo desconfía, tomó nota y ordenó a la pareja no contar a nadie que el caso estaba siendo investigado por los cuerpos de seguridad de la ciudad y para garantizarse que así fuera,  a la casa de Pedro y María  entraron  técnicos en secreto para  mejorar con más eficiencia el  aparato  interceptor de  llamadas telefónicas que habían instalado y al mismo tiempo en los alrededores dedicaron a un grupo de agentes de civil para observar movimientos de sospechosos y de personas ajenas al barrio y a la tienda.


El lunes de la semana siguiente en que el vecino volvió a indagar por la venta de las propiedades, imprudentemente y contrariando la promesa hecha a las autoridades, María y Pedro le contaron a Rogelio que habían parado la venta de la tienda desde hacía días porque la policía se había hecho cargo de la investigación. Rogelio se puso pálido como un cirio de cera de la iglesia y montó en repentina cólera.


 
- ¿Por qué no me consultaron antes? Indagó el querido vecino  que ahora gritaba.


 
- Porque la policía nos pidió que no lo hiciéramos, pero como usted es de confianza teníamos que decirle que…


 
- Han cometido el peor error de su vida- interrumpió Rogelio montado en cólera- y ahora más que nunca deben pagar pronto para que no maten a Rosita, porque es seguro que lo que ustedes  hicieron sin consultarme ya lo sabe el secuestrador, dijo el hombre que se excusó dando muestras de su molestia y desacuerdo porque abandonó la  tienda en un santiamén.


 
- Durante los siguientes días el vecino del que ya dijimos vivía en la casa del lado, abandonó sus deberes amistosos de consejería y a cambio se dedicó a cubrir con cemento y piedra un hueco que desde hacía días había comenzado a hacer  en el pequeño jardín interior de su casa, a pesar de que la ciudad estaba acorralada por el invierno y las  nubes grises estaban quietas en el cielo regando la llovizna que caía tristemente  sobre la que era su propiedad. 


 
Pedro había pasado la noche en vela y María en llanto. En la tarde volvieron a recibir otra llamada mucho más amenazante del secuestrador.


Ellos habían sido instruidos por la policía que controla los teléfonos que se mantuvieran hablando con el criminal lo más  largo en   minutos que pudieran. Era la forma de captar de donde venía la llamada.  Así lo hizo María que le pedía al secuestrador piedad para su hija. Los técnicos lograron entonces  conseguir las coordenadas para dar con el lugar desde donde hablaba el secuestrador. Cinco minutos después habían localizado el lugar de donde provenía la llamada, que resultó ser extraordinariamente cercana  a la tienda de Pedro y María.
 


Como en matemática de control, las coordenadas no se equivocan de lugar, los técnicos marcaron la dirección con exactitud sobre el plano urbano del barrio y en menos que canta un gallo varios agentes se movieron veloces y en segundos penetraron por la fuerza el lugar  sospechoso que resultó ser la casa vecina.


El hombre que aún estaba al teléfono vivía solo entre una montaña de basura; Al ver a los uniformados con pistolas en la mano soltó el auricular del teléfono y no se resistió al arresto.


A la menor presión de los funcionarios de la justicia confesó su crimen, que  incluía la violación de la que había hecho víctima a la niña a la que había asesinado, descuartizado y por eso estaba cavando un hueco para enterrarla  convertida en amalgama de cemento y piedra con la que esperaba  tapar el hueco cementerio de su  jardín. Confesó que había descuartizado a Rosita   por miedo a que su  llanto  lo delatara.
 


- ¿Por qué tuvo que matarla?


 
- Porque la niña desde el mismo día que me la traje lloraba a gritos  llamando  todas las noches a su mamá.


 
Nadie puede imaginar lo que pasó por las mentes de Pedro y María en el instante en que escucharon la confesión del asesino.


 
- ¿Por qué nos hizo eso a nosotros?, Se preguntaba María anegada en llanto, mientras Pedro guardaba  amargado e impotente silencio.


 
- Por dinero, ¿por qué más? Respondió cínicamente el vecino.


 
El secuestro es el crimen más repudiable de todos, porque la suerte del secuestrado queda completamente oculta para la familia que sufre la tortura de  la incertidumbre durante el tiempo que dura el plagio. Nadie, que no haya tenido en su familia un secuestrado  puede siquiera  imaginar el dolor que se sufre en esas condiciones por un ser querido cuya suerte desconoce. Pero una vez este se resuelve, para bien o para mal, los afectados huyen del lugar de los hechos para tratar de olvidar en la distancia buscando una nueva realidad diferente lo más lejana posible. Es por ello que  Pedro finalmente vendió “La Cigarrería de Rosita” a un comerciante que se hizo a ella en términos favorables y se fue a vivir con su mujer en una sucia habitación de inquilinato mientras preparaba supuestamente un nuevo plan de vida. Pero las circunstancias de  la  muerte  cruel de su hija hicieron dar un giro a la existencia de  Pedro que empezó a anegar su dolor en el licor, por lo que se le vio perdido y sucio  en lugares de mala muerte sin que María pudiera evitarlo. Un día en que ella fue a recogerlo, ella lo encontró tirado y borracho junto  a la puerta de una horrible cantina donde lo habían tirado como a una basura. María  se atrevió a preguntarle por qué estaba arruinando lo poco que les quedaba de la venta de la cigarrería  incluyéndola a ella  que ya no sabía qué hacer con su vida. Pedro  le contestó fuerte:



- ¡Estaba tomando trago en malas compañías y qué!!


 
María no quiso volver a preguntar  hasta el día en que supo que su esposo se  había bebido todo el dinero de la venta del negocio  y entonces se dieron cuenta que  estaban totalmente arruinados.


Por esos tiempos hubo un levantamiento de presos en la terrorífica cárcel “La Picota” donde el asesino de Rosita purgaba 20 años de condena por secuestro, violación y asesinato. El motín duró toda una tarde  en la que se dispararon y asesinaron entre sí guardianes y criminales con un saldo de varios muertos. Cuando  la policía penitenciaria intervino con la fuerza necesaria para  imponer el orden, entre los muertos se encontró uno en particular que llamó la atención de la prensa porque su cuerpo estaba  totalmente desmembrado y mostraba señales de haber padecido una  tortura salvaje. Se le identificó con lo que quedaba de su cuerpo que no era mucho. La cabeza de Rogelio Puentemayor, fue  clavada en una estaca de  escoba de barrer y la encontraron clavada sin  ojos que le habían sido quitados cuando aún estaba vivo y después de haber sido castrado a palo seco. Sus testículos fueron encontrados entre su boca. Los investigadores del motín llegaron a la conclusión de que el levantamiento de los presos de “La Picota” había tenido como motivo deshacerse de aquel terrible   asesino y violador de una menor.


Pero no descartaron que también  dinero había sido pagado  a esos terribles  asesinos del patio número Uno de la cárcel, expertos en ser  protagonista de los crímenes más perversos para los cuales organizan motines incontrolables.


Esa tarde la noticia de que la cárcel estaba ya bajo  control de las autoridades,  salió publicada en todos los diarios vespertinos de la ciudad, que se enteró por ello de la muerte horrorosa de Rogelio Puentemayor.


Pedro regresó temprano a la casa de inquilinato donde vivió con su mujer por varios  meses  después de vender la tienda.



- La muerte de Rogelio es el resultado de tus malas compañías a las que le diste el dinero de la casa para que nos vengaran los presos ¿verdad?


 
Pedro no contestó pero abrazó a su mujer con fuerza.


 
- Alista los “chiros”  que nos volvemos al campo de donde nunca hemos debido salir, le dijo con firmeza.


 
Y yo que creí que nunca ibas a hacer nada para cobrarle al que mató a nuestra hija, confesó María quien limpiándose las lágrimas se acercó a su esposo, tomo su rostro entre sus manos y  le dio  un beso en la frente.


 



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