Ser Bolivariano es sentir con él
la añoranza de los casinos de
Paris.
Es haber tenido el arrojo de
jugarse
en el bacará de la historia
el porvenir.
Es haber tenido la
certidumbre
del que avanza camino del
destino
hacia la gloriosa cumbre.
Es comprender el mundo de
la carne
en brazos de mujer do reina
deliciosamente
en los placeres Lucifer.
Es imponer el filo de la
espada redentora,
Como castigo a la sangre opresora
de los blancos abuelos.
Es cobrar el honor con la
espada libertadora,
de las abuelas morenas a
fuerza conquistadas.
Es el derecho a ser indio y
hombre americano,
de espíritu entre la piel.
Es por la Carta a Jamaica visionaria
sobre cuáqueros, puritanos y
sajones.
Es por Manuelita Sáenz y
sus apasionados besos
de triste noche septembrina.
Es por aquella luz de luna diamantina,
que ilumino la ventana salvadora
de manos asesinas.
Es por el Monte sacro
Nerones, Augustos,
Cesares y Catilinas
y esclavos y siervos
y españoles
de ideas cortas,
soportadas
con arcabuces
y cañones
para largas
discrepancias.
Es por el Chimborazo
y la torpe locura
de cinco naciones
siendo ellas una.
Es por el honor
de preferir el titulo
de ciudadano
al de libertador.
Es por la guerra
a muerte,
por el dolor
que se acrecienta
con la partera
de la historia
la violencia.
Es por la grandeza
comparable
a la de Aquiles
el guerrero,
el de la Ilíada de Homero.
Es por la epopeya americana
signada por su mano fuerte
y firme
enfrentada a la sangre
de su propia estirpe.
Es por proscribir en el
altar de la patria
el cese de los bandos a la
hora de morir.
Es por ascender incomparable
a la tumba
de los astros entre brazos de
arrebol.
Es por ser fiel a la
memoria de la historia
Inmarcesible de su gloria.
Ser Bolivariano es
entonces, tener el honor
de hacer guardia en blanco
corcel,
junto a los luceros que
riegan su tranquilo sepulcro
coronado de laurel.
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