De mis hijas todas bellas,
Adrianita es la primera
nacida en el mes de Junio
que extiende la primavera
en el color de las flores
y de la noche las estrellas.
Recuerdo las alegrías
que sentí en aquella tarde,
cuando por primera vez
abrió sus ojos de cielo
para poder regalarme
de su ensueño la sonrisa.
La vi crecer paso a paso,
como crecía por ella mi amor.
Es fuerte, dura de carácter
Porque tiene garras como leona,
Y porque fue de sus hermanas
una fiera protectora.
Y de todos los humildes,
poetas emboladores
que fueron declamadores
de tristezas y de engaños.
Y de animales sin cuento
que el destino abandonara
en las calles casi muertos.
Hoy es mamá muy altiva
de dos niños muy hermosos
libres como el viento libre
que los hace muy dichosos.
De ella sacaron sus ojos,
grandes pintados de almendras
para mejor ver al mundo
en su universo de gemas.
Quisiera verla feliz
en el hogar que ha forjado,
con el esfuerzo del tiempo,
porque a veces la presiento
triste, reservada y sola
como la que lleva penas
que no caben en el pecho.
Por verla reír le pagara
una fortuna de besos,
porque Adriana es alegría
y está hecha de esperanzas,
que ella se inyecta en las venas
entre hechizos y nostalgias.
Y brujerías, y encantos
de números de loterías,
con que ella vive en el sueño,
que es la prisión y el encierro
donde el alma se encadena
para pagar, ¡vuelve y juega!
cuando la suerte no llega.
Y es por eso que quisiera
poder heredarle ahora
la eterna felcidad
como riqueza mejor,
porque es lo que de la vida vale
para la mujer hermosa,
que es madre, hija y esposa
y es mujer y es solo ella
que a los cielos ilumina
con la luz de sus grandes ojos
que también lloran de pena.
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