Tuesday, December 16, 2014

MERCADO PERSA


Una vez me encontré

y sin saberlo por qué

en un mercado Persa.

Y pude observar atento

lo que allí se compraba

y se vendía,

más con la habilidad

de la oferta de trabajo

que de la empobrecida demanda.

Pues desde cualquier

esquina encontraba por doquier

a miles de extranjeros

que ardorosamente gritaban 

en confusión  idiomática,

sus mercaderías fabricadas

en cientos de desconocidas

naciones y de otras

en lo supuesto existentes.

De ellos uno era representante

Que ofrecía talismanes de la buena

suerte perdida en el azar,

y lo creí chino por sus ojos

y la entonación al hablar.

Los había negociadores

de baratas remisiones,

llamadas religiosamente

indulgencias plenarias

ofrecidas con acento Romano.

Me di de narices con

reducidores de moneda falsa

que se encontraban por doquier

y hablaban en puro francés.

Entre las algarabías y el cómprame

que yo tengo algo muy especial

para venderte y que nadie más tiene,

me fueron presentadas

auténticas bulas papales,

que eran perdonadoras

de verdaderos pecados

ciertamente capitales.

Estaban redactadas

en lenguas muertas,

que no vale la pena

en detalle mencionar.

Uno que otro anatema

amenazante de la Iglesia

escrito en el latín clásico

por el buen precio que ganaba

y para ser pagado en  moneda

de nominación extranjera,

o porque era estiércol del demonio,

según lo quisiera la santa madre

iglesia.   

Había cerrajeros que a voz en cuello

decían tener las llaves

del paraíso terrenal que era  

ofrecido solo para adinerados

y distinguidos compradores;

y para los que no creen en eso,

había los secretos del infierno

que también estaban  en oferta

todos ellos en lenguas modernas.

Había ventas de ideologías

para políticos que se quieren

hacer ricos y eran vendidas

por representantes del capitalismo

garantizado por un vendedor

de porte y lengua Anglo-americana.

En fin, además de mercancías

telas e inútiles chucherías

se encontraba de todo lo imaginable,

porque allí también vendían

deliciosa carne humana adornada

de juvenil belleza por lo que tuve

que irme con impulso afanoso

para no caer en esas tentaciones

que comenzaron a girar en mi cabeza

de comprador simplemente compulsivo.

 

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