Por A.J.Ortega
En mis hijos pequeñitos
vi sus primeras miradas,
buscando la luz sus ojos,
interrogantes con alma.
De mis hijos creciditos
escuché sus dulces quejas,
con amorosos murmullos,
que me hablaron de esperanzas.
Por mis hijos jovenzuelos
sus pasos se fueron dando
con tropiezos y caídas,
al apartarse del canto
que con amor los mecía.
Recuerdo estando crecidos
como varas de guadarrama
contar alegrías y penas
que se tenían que vencer
con esfuerzos más que ayer,
que son pedazos de la vida
que entregamos al destino
a la hora de crecer.
Un día en la lejanía,
ellos tomaron la vera
del camino a caminar,
habían ganado libertad
que llega en la primavera
y por ello todos se fueron
para nunca regresar.
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