Por A.J.Ortega
“Tirofijo” es el apodo de un viejo y
legendario guerrillero que ha cobrado la vida de doscientas cincuenta mil
personas inocentes que incluyen mujeres hombres y niños. La carga de la prueba
hace que se merezca el apelativo con que lo bautizó su tropa de asesinos porque
tenía buena puntería con la pistola, mala
fama de buen cálculo porque ella se
relaciona al asesinato de personas porque también se decía que donde “Tirofijo
ponía el ojo, ponía la bala” en los cuerpos de cristianos desarmados pero desafectos a la
guerrilla comunista. En este instante, el jefe guerrillero se prepara a dar
una entrevista a la prensa, es decir a un diario Colombiano de circulación
nacional. Este levantado en armas, que pasa de los setenta años de existencia, lleva
enfrentado al Estado en la lucha armada mas de cuarenta años y usa cachucha de soldado
raso desde entonces. “Tirofijo” es un analfabeta de estatura baja, tiene cara redonda
de campesino; es lampiño y por ello podemos pintarlo como carente de señales de
barba. Su piel es morena oscura, cuarteada por las cicatrices de la edad divididas en cuadros
pequeñitos como una pintura al óleo muy antigua y ajada por el descuido. Sus ojos negros son y redondes
como los de las ratas de
alcantarilla. En este preciso instante acaricia con sus dedos una sucia
toalla amarilla que carga siempre alrededor del cuello para limpiarse el sudor
que lo brota profusamente en todos los climas. Algunas veces ese trapo sucio lo cuelga sobre el
hombro derecho porque presume que allí se le ve más elegante. En ese momento se dispone a entregar a los periodistas
reunidos a su alrededor, copias de la fotografía en la que se ven cuatrocientos hombres y mujeres
secuestrados por el jercito de rebeldes que él comanda como jefe supremo. A los
secuestrados los que mantiene
prisioneros en un sucio terreno custodiado
por alambrade de púas idéntico a los usados en los campos de concentración para
los judíos por el Servicio Secreto de los Nazis de Hitler en la segunda guerra
mundial. Tirfijo tiene la perversa intención de negociar
la libertad de algunos de esos
prisioneros por dinero y otros en canje
por guerrilleros presos en las cárceles del Estado. En la misma foto se ven los
rostros de los plagiados pegados a las alambradas de púas, con sus ojos tristes
buscando que sus familias los reconozcan y sepan que aún están vivos.
Naturalmente “Tirofijo” no da explicaciones sobre la ubicación del ominoso
campo de concentración, sino que lo describe como un lugar cualquiera en la
selva virgen de Colombia, a donde han sido llevados los periodistas con los
ojos vendados, como prueba de lo que él piensa sobre la libertad de prensa.
Es claro que en la fotografía que
acaba de entregar a los medios se pueden apreciar a los soldados vencidos por la
guerrilla que los mantiene encadenados unos con otros, como animales.
Al primer descuido de los
guerrilleros, que “Tirofijo” considera soldados campesinos en pié de guerra, los rostros de
los soldados cautivos inmediatamente muestran a los periodistas los vejámenes a
los que son sometidos todos los días:
- Es imposible atender a las
necesidades elementales del cuerpo sin la presencia de varios guerrilleros
armados hasta los dientes que observan el espectáculo asquiento y que en la
mayoría de las veces es cumplido por mujeres guerrilleras.
- Los castigos impuestos por el grupo
terrorista de las farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) van de
golpizas, a castigos en cepos bajo tierra, donde el secuestrado desaparece por
semanas enteras. El alimento diario es de pan y agua.
Los hombres de las noticias que reciben
copia de las fotografías, recuerdan que
días antes de aquella visita, habían sido informados que los captores habían
incrementado la dieta de sus prisioneros
para cubrir las apariencias. Durante semanas enteras los prisioneros y secuestrados estaban siendo alimentados con grandes cantidades de harina y agua para
engordarlos como a marranos, sin importar contar que muchos de ellos padecían casos de anemia severa y con la enfermiza gordura causada por las harinas y el
agua, el espectáculo el espectáculo tendía
a mostrar la apariencia del buen trato
que la guerrilla daba a sus prisioneros.
Pero una avez fue develada la treta de
“Tirofijo”, un viejo periodista trajo a cuento el caso del escritor Curcio
Malaparte durante la dictadura de Mussolini en Italia. El escritor, que se
había enfrentado al gobierno Facista absolutista haciendo burla del gobierno
del Duce, había sido detenido porque había sacado de Casillas a Benito Mussolini
con sus escritos. La falta de respeto al
Duce le había ganado el arresto ordenado por el propio Mussolini quien ordenó que el castigo fuera pagado en tiempo en la isla de Padua que había sido convertida en prisión solitaria y
exclusiva para sus enemigos. La prensa y los intelectuales del mundo
protestaron por la persecución del régimen de tal forma, que obligaron a Mussolini a dar explicaciones,
pues para entonces, el escritor Malaparte se había enfermado perdiendo tanto
peso, que se presentía su muerte en cualquier momento. Para desmentir las
acusaciones de persecución a la libertad de prensa, Mussolini publicó en “Il
Popolo” de Italia una fotografía de un Curcio Malaparte flaco como un alfiler,
pero fuerte como un toro porque se mostraba levantando sobre su cabeza una
enorme roca. Con ello el dictador quiso
abatir a sus detractores probando que el escritor Malaparte se
encontraba más fuerte que nunca, porque nadie que estuviera a punto de morir
podría levantar una roca de tal tamaño y hacerlo al mismo tiempo sonriente.
Como en Europa ni la prensa ni los intelectuales tragan entero, muchos
indagaron sobre la verdad de la fotografía y encontraron que por órdenes del
Jefe del fascismo, el escritor había
sido obligado a cargar una enorme piedra pómez que por lo liviana la
hubiera podido levantar con una mano un niño de diez años. Se comprobó entonces
que se trataba de las apariencias que se usan en la política para distorsionar
la verdad, porque son imágenes falsas
cocmo las que mostraba al mundo el facismo Italiano.
El símil con la buena salud de los
soldados del ejército colombiano era válido, pues también en este caso, después
se supo la verdad de que los presos de la guerrilla padecían enfermedades peligrosas que son frecuentes en
zonas selváticas. Que a los secuestrados nunca se les atiende apropiadamente
por médicos profesionales, ni a los enfermos se les suministra medicinas para
aliviar sus dolores o para abatir las
consecuencias de las enfermedades y que muchos de ellos habían muerto
por falta de asistencia médica.
Lo extraordinario es que “Tirofijo”
declaró a los representantes de la prensa que su guerrilla luchaba por la
justicia social a nombre del pueblo hambriento y humilde de su país. Usando la fotografía
del perverso campo de concentración, era algo mucho peor que buscar con ella la
misma apariencia de la verdad a la que recurren
todos los tiranos, porque con el resultado de una rápida investigación
posterior, La Organización de derechos Humanos encontró a la guerrilla culpable
de toda suerte de crímenes de lesa humanidad.
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