Por A.J.Ortega
Voy a reiterar a la ONU, a la OEA, a la OTAN, a
Ginebra y al Papado, que se celebre en el mundo el día de la paz como un
anhelo ético y cultural de todos los pueblos de la tierra.
Un día para deponer las armas y apaciguar los ánimos; el día de Jesús,
de Gandhi y de todos aquellos que han dado su vida por convencer al hombre de
que la no violencia no hace parte de la felicidad que se sueña en el decurso de
la vida; Un día para que se festeje el cese de todas las agresiones y de todas
las palabras ofensivas. Un día para que la
persona entienda el verdadero sentido de la paz porque estará prescrito
que en ese día no se escuchará un solo disparo de fusil que provenga del campo
de la guerra, ni un grito de dolor, ni un llanto de pena ante la muerte
violenta, porque será día de perdón en que no quedará una sola huella de
agravio recibido.
Sería el día para conmemorar la paz por el comportamiento tranquilo y
como demostración de que la voluntad humana puede controlar y derrotar la
violencia desde el recinto del espíritu y por ello parar la agresión en todas
sus manifestaciones. Esas veinticuatro horas serían
suficientes para la reflexión, demostrando que la mejor forma de resolver los
conflictos, los diferendos, las injusticias, las desavenencias y las
imposiciones ideológicas, es a través del juicio pacífico que encause al ser
humano a encontrar sus propias conveniencias sin tener que agraviarse con sus hermanos
que hacemos parte de la misma especie.
El día de la paz y de la tranquilidad, será un día en que en todos los
rincones de la tierra se celebre el respeto a la vida, el respeto al pensamiento diverso de cada hombre sobre su
propio destino último al lado de la fuente suprema de la vida. Serán pocas horas de confraternidad
universales aprovechables para propiciar reflexionando sobre el esenciales a la
convivencia entre pueblos y gobiernos, en el entendido de que los extremos
se tocan aunque existan posturas culturales diversas que enriquecen el progreso
del ser porque todas conducen al fin de la existencia de todos sin distinción de razas o religiones.
El día de la paz será el día en que realmente cada hombre se comporte
como un ser portador de valores humanos en su propia diversidad de creencias
que han escogido para su superación,
porque ese en ella deben caber la comprensión y corrección de sus errores para enmendar
en su fuero interno las injusticias que provienen de sus cabezas, porque al
perdonarse así mismo se obtiene la concordia con la propia existencia y con la
universalidad del pensamiento afín con la existencia del Dios amoroso que aconseja
al hombre borrar de su vida sus propias
acciones violentas.
Sería el día para festejar la caridad, que es la alegría de sentir amor
de todos por todos, sin pensar con egoísmo abriendo la compuerta a ese
sentimiento que eleva el espíritu. Un día del año para festejar en cada hogar,
el buen comportamiento amoroso, comprensivo y tolerante de los padres con los
hijos y de estos con sus hermanos.
Entonces será el comienzo de la gran tarea con la que el hombre podrá demostrar que en verdad es el
rey de la naturaleza, porque habrá superado la violencia por la acción simple
de su voluntad, al colocarse por encima de la caverna y del comportamiento
inferior de su sola animalidad.
Esta propuesta va dirigida a quienes tienen la capacidad de mover las ideas en la
comunidad internacional, porque lo que está ocurriendo hoy en día es que todos
ellos están muy preocupados en reunir dinero para detener la violencia
mejorando el armamento de todos los ejércitos del mundo.
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