Friday, January 16, 2015

EL MUNDO DESPUES DE LOS SABIOS


Tomado del libro El Mundo Despues de los Sabios
Por A.J.Ortega 

 

Lo único nuevo en la naturaleza es la renovación permanente  que le ocurre a cada una  de las esencias  que la componen.

 

CAPITULO I

 

Es media noche y sobre la colonia Española de Santa Cruz de Mompóx, cae un aguacero torrencial tan poderoso que parece que se  hubiera desfondado el cielo sobre la  pequeñita ciudad fundada por el español don Juan de Santacruz en el año 1537. Para entonces Santacruz ocupaba el pomposo cargo real de gobernador de Cartagena de Indias. La construcción de las  primeras obras arquitectónicas fueron levantadas en honor a  Dios y a sus Santos como  las llevadas a cabo por el Convento de los Padres Ermitaños Calzados de San Agustín que habían llegado al mismo tiempo en que arribó la Santa Inquisición que toma asiento para condenar como Centro Inquisitorial del nuevo Mundo, la brujería, la quiromancia, la herejía, la blasfemia y en especial para combatir a los infieles que atacaban el dogma de fe que según la Iglesia, obligaba a todos. Entonces Santacruz de Mompox ha ganado fama por la  hermosa arquitectura Colonial andaluza que  se eleva al lado y lado de la llamada Calle Real del Medio. Pero camino hacia el río, los colonos importantes y ricos también  han construido una nueva ciudad de Mompox que se destaca no solamente como Centro Inquisitorial del Nuevo Mundo, sino por ser el puerto orfebre y comercial más importante y floreciente del Reino de la Nueva Granada. Allí se abrieron los primeros talleres para moldear el oro proveniente de las minas de Loba y Guamocó que operaban como un imán que atrae a visitantes de toda la Colonia Española. Con el arte de la orfebrería, se hace en sus talleres de barro fino tinajones, moyos, ladrillos, macetas, botellas, platos, alcarrazas y adornos de loza vidriada que luego vienen a encontrarse en las casas de los principales gobernantes a lo largo y ancho de las tierras sometidas por España. Famosos son también sus dulces, jaleas y frutas de conserva. Se cuenta para entonces entre los momposinos, la historia de un ataque del pirata inglés John Hawkins que además de su afición por el oro, resultó ser  adicto a las frutas azucaradas.

Como los colonos eran dueños de una tierra que les parecía inacabable, los tamaños de sus casas  sorprendían con sus amplios salones para fiestas y docenas de habitaciones para dormir. Del mismo tamaño eran las tareas de reconstrucción del daño que las lluvias habían dejado en cada  invierno bravo de relámpagos  aterradores que intimidan animales y habitantes con  truenos ruidosos que no dejan dormir a indios ni a colonos porque la naturaleza no se prestaba en aquello de  hacer discriminaciones de raza o de clase a la hora del agua  hacerse notar. Ello los ponía dispuestos a organizar a los indios para el trabajo de reconstrucción que duraba todo el resto del año mientras sus mujeres se dedicaban a rezar en la iglesia apelando  al todopoderoso para evitar mayores calamidades en la que había  sido bautizada como la ciudad de Dios. 

Pero aquella noche en particular las precipitaciones de la lluvia, que para los moradores  han durado una eternidad,  tienen  tal fuerza y magnitud, que sus  aguas arrastra sonoras  piedras de río, que ya han  dado cuenta de  ranchos miserables de  negros esclavos y de algunos  indios siervos a los que sorprendieron con la  turbulencia que arrastra todas sus  miserias que  incluyen lo que mal podría llamarse sus propiedades, es decir los pocos animales domésticos compuestos por marranos, vacas, burros de carga, gallinas, una que otra cotorra  y los  perros que no podían faltar.

 

En las afueras, el barro acumulado y pegajoso que llevan las aguas se desplaza   en ellas invadiendo todos los caminos imponiendo más dificultades a los que en ese instante constituyen un grupo especial que quiere huir de la muerte por ahogamiento o por cuenta de la inquisición que los anda buscando. Por todos los alrededores se siente el olor fuerte de las aguas desbordadas del vecino  rio de la Magdalena. Componen el grupo  mujeres, hombres e infantes a los que se les ve dar a ciegas traspiés  cayendo una y otra vez entre el inmundo lodazal. Los que van adelante hacen esfuerzos por rescatar a los que logran flotar tomándolos del pelo, de la ropa, de los brazos, de las manos. Las mujeres se sostienen a flote tratando de   avanzar lentamente  pero con decisión. Van repitiendo en voz alta  sus propios nombres para indicar que están  completas y ello pareciera darles  ánimo para no dejarse vencer por las turbulencias que tiene la apariencia de los rápidos que anteceden a las cataratas, ni tampoco sienten el miedo que produce la naturaleza que parece no tener intenciones de parar el diluvio ni de mostrar clemencia por aquellos perseguidos por la inquisición.

Los hombres no miran atrás en señal de que no tienen arrepentimiento. Pero en sus rostros  sus pensamientos los traicionan con el recuerdo de la tranquilidad perdida. No obstante, se podría decir que es más fuerte el sentimiento de conservar la vida que sus encomiendas y privilegios de tierras  que se han visto obligados a abandonar cubriéndolas con el manto del desagradecido olvido.

Hace tan solo unos días disfrutaban de grandes comodidades, de reconocimiento extremo y de sumiso  respeto entre todos los habitantes Principales de  la ciudad. En la Colonia española, siempre como lo fueron sus padres,  habían sido considerados Señores dueños de vidas y haciendas. Y lo eran de verdad porque  además muchos de ellos tenían vínculos de Sangre con los conquistadores a quienes el Rey había distinguido en el Nuevo Mundo con títulos de una nobleza que era una especie de trampa de la vanidad colonial porque no era reconocida como parte de la monarquía Española. Pero la mala suerte es como la buena, consecuencia de las propias acciones de los hombres. Solo que por culpa del destino fatal las malas acciones  siempre concluyen   en  resultados adversos y pérdidas de privilegios y las buenas no duran para siempre. Así que, de la noche a la mañana, la sociedad de Mompóx había comenzado  a volverse  despótica al no encontrar  descanso cuando las cabezas que gobiernan en nombre del rey se ven  en peligro de perder el poder del que lo tiene todo y  quiere más.

Por esas calendas, Iglesia y Estado aún se mantienen juntos gracias a las enormes distancias que existen entre  la madre patria y sus colonias donde se practican  mecanismo de opresión inhumanos para mantener bajo control opresor a los súbditos de su Majestad que ignora lo que ocurre en sus dominios, en los que se incluye a esta pequeña ciudad perdida en la selva suramericana, sin esperanzas  aún de ver  los vientos del cambio y de la inevitable evolución de las instituciones humanas que allí no se conocen porque está prohibido hablar de ellas por fuera de los cánones religiosos so pena de castigo. En los   empolvados salones de Mompox, los representantes de la realeza son la verdad y la vida, que por supuesto, que transcurre bajo el mandato de las viejas ideas que giran en la mente humana sin esperanzas de evolucionar  y menos ahora que La llamada Santa inquisición gobierna todas las voluntades humanas.

No hace muchos años, Roma ha confirmado la administración de la Justicia en manos de la jerarquía de la Iglesia, que ha transformado ese poder civil en la más sectaria y escabrosa persecución religiosa, cubriendo de sangre a toda Europa y que ahora lo hace  en las Colonias de América con sus mecanismos de terror. La  Santa Inquisición, que no es otra cosa que el instrumento perverso que acude a la cacería de brujas y de  infieles tiene listo el  terrorismo para exterminar del  nuevo mundo, lo que no le gusta   en materia de libertad religiosa al viejo continente.

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