Tomado del libro El Mundo Despues de los Sabios
Por A.J.Ortega
Por A.J.Ortega
Lo único nuevo en la naturaleza es la
renovación permanente que le ocurre a
cada una de las esencias que la componen.
CAPITULO
I
Es media noche y sobre la
colonia Española de Santa Cruz de Mompóx, cae un aguacero torrencial tan
poderoso que parece que se hubiera
desfondado el cielo sobre la pequeñita
ciudad fundada por el español don Juan de Santacruz en el año 1537. Para
entonces Santacruz ocupaba el pomposo cargo real de gobernador de Cartagena de
Indias. La construcción de las primeras
obras arquitectónicas fueron levantadas en honor a Dios y a sus Santos como las llevadas a cabo por el Convento de los
Padres Ermitaños Calzados de San Agustín que habían llegado al mismo tiempo en
que arribó la Santa Inquisición que toma asiento para condenar como Centro
Inquisitorial del nuevo Mundo, la brujería, la quiromancia, la herejía, la
blasfemia y en especial para combatir a los infieles que atacaban el dogma de
fe que según la Iglesia, obligaba a todos. Entonces Santacruz de Mompox ha
ganado fama por la hermosa arquitectura
Colonial andaluza que se eleva al lado y
lado de la llamada Calle Real del Medio. Pero camino hacia el río, los colonos
importantes y ricos también han construido
una nueva ciudad de Mompox que se destaca no solamente como Centro
Inquisitorial del Nuevo Mundo, sino por ser el puerto orfebre y comercial más
importante y floreciente del Reino de la Nueva Granada. Allí se abrieron los
primeros talleres para moldear el oro proveniente de las minas de Loba y
Guamocó que operaban como un imán que atrae a visitantes de toda la Colonia
Española. Con el arte de la orfebrería, se hace en sus talleres de barro fino
tinajones, moyos, ladrillos, macetas, botellas, platos, alcarrazas y adornos de
loza vidriada que luego vienen a encontrarse en las casas de los principales
gobernantes a lo largo y ancho de las tierras sometidas por España. Famosos son
también sus dulces, jaleas y frutas de conserva. Se cuenta para entonces entre los
momposinos, la historia de un ataque del pirata inglés John Hawkins que además
de su afición por el oro, resultó ser
adicto a las frutas azucaradas.
Como los colonos eran dueños
de una tierra que les parecía inacabable, los tamaños de sus casas sorprendían con sus amplios salones para
fiestas y docenas de habitaciones para dormir. Del mismo tamaño eran las tareas
de reconstrucción del daño que las lluvias habían dejado en cada invierno bravo de relámpagos aterradores que intimidan animales y habitantes
con truenos ruidosos que no dejan dormir
a indios ni a colonos porque la naturaleza no se prestaba en aquello de hacer discriminaciones de raza o de clase a
la hora del agua hacerse notar. Ello los
ponía dispuestos a organizar a los indios para el trabajo de reconstrucción que
duraba todo el resto del año mientras sus mujeres se dedicaban a rezar en la
iglesia apelando al todopoderoso para
evitar mayores calamidades en la que había
sido bautizada como la ciudad de Dios.
Pero aquella noche en particular
las precipitaciones de la lluvia, que para los moradores han durado una eternidad, tienen
tal fuerza y magnitud, que sus
aguas arrastra sonoras piedras de
río, que ya han dado cuenta de ranchos miserables de negros esclavos y de algunos indios siervos a los que sorprendieron con
la turbulencia que arrastra todas
sus miserias que incluyen lo que mal podría llamarse sus
propiedades, es decir los pocos animales domésticos compuestos por marranos,
vacas, burros de carga, gallinas, una que otra cotorra y los
perros que no podían faltar.
En las afueras, el barro
acumulado y pegajoso que llevan las aguas se desplaza en ellas invadiendo todos los caminos
imponiendo más dificultades a los que en ese instante constituyen un grupo
especial que quiere huir de la muerte por ahogamiento o por cuenta de la
inquisición que los anda buscando. Por todos los alrededores se siente el olor
fuerte de las aguas desbordadas del vecino
rio de la Magdalena. Componen el grupo
mujeres, hombres e infantes a los que se les ve dar a ciegas
traspiés cayendo una y otra vez entre el
inmundo lodazal. Los que van adelante hacen esfuerzos por rescatar a los que
logran flotar tomándolos del pelo, de la ropa, de los brazos, de las manos. Las
mujeres se sostienen a flote tratando de
avanzar lentamente pero con
decisión. Van repitiendo en voz alta sus
propios nombres para indicar que están
completas y ello pareciera darles
ánimo para no dejarse vencer por las turbulencias que tiene la
apariencia de los rápidos que anteceden a las cataratas, ni tampoco sienten el
miedo que produce la naturaleza que parece no tener intenciones de parar el
diluvio ni de mostrar clemencia por aquellos perseguidos por la inquisición.
Los hombres no miran atrás en
señal de que no tienen arrepentimiento. Pero en sus rostros sus pensamientos los traicionan con el
recuerdo de la tranquilidad perdida. No obstante, se podría decir que es más
fuerte el sentimiento de conservar la vida que sus encomiendas y privilegios de
tierras que se han visto obligados a
abandonar cubriéndolas con el manto del desagradecido olvido.
Hace tan solo unos días
disfrutaban de grandes comodidades, de reconocimiento extremo y de sumiso respeto entre todos los habitantes
Principales de la ciudad. En la Colonia
española, siempre como lo fueron sus padres,
habían sido considerados Señores dueños de vidas y haciendas. Y lo eran
de verdad porque además muchos de ellos
tenían vínculos de Sangre con los conquistadores a quienes el Rey había
distinguido en el Nuevo Mundo con títulos de una nobleza que era una especie de
trampa de la vanidad colonial porque no era reconocida como parte de la
monarquía Española. Pero la mala suerte es como la buena, consecuencia de las
propias acciones de los hombres. Solo que por culpa del destino fatal las malas
acciones siempre concluyen en
resultados adversos y pérdidas de privilegios y las buenas no duran para
siempre. Así que, de la noche a la mañana, la sociedad de Mompóx había
comenzado a volverse despótica al no encontrar descanso cuando las cabezas que gobiernan en
nombre del rey se ven en peligro de
perder el poder del que lo tiene todo y
quiere más.
Por esas calendas, Iglesia y
Estado aún se mantienen juntos gracias a las enormes distancias que existen
entre la madre patria y sus colonias
donde se practican mecanismo de opresión
inhumanos para mantener bajo control opresor a los súbditos de su Majestad que
ignora lo que ocurre en sus dominios, en los que se incluye a esta pequeña ciudad
perdida en la selva suramericana, sin esperanzas aún de ver
los vientos del cambio y de la inevitable evolución de las instituciones
humanas que allí no se conocen porque está prohibido hablar de ellas por fuera
de los cánones religiosos so pena de castigo. En los empolvados salones de Mompox, los
representantes de la realeza son la verdad y la vida, que por supuesto, que
transcurre bajo el mandato de las viejas ideas que giran en la mente humana sin
esperanzas de evolucionar y menos ahora
que La llamada Santa inquisición gobierna todas las voluntades humanas.
No hace muchos años, Roma ha
confirmado la administración de la Justicia en manos de la jerarquía de la
Iglesia, que ha transformado ese poder civil en la más sectaria y escabrosa
persecución religiosa, cubriendo de sangre a toda Europa y que ahora lo
hace en las Colonias de América con sus
mecanismos de terror. La Santa
Inquisición, que no es otra cosa que el instrumento perverso que acude a la
cacería de brujas y de infieles tiene
listo el terrorismo para exterminar
del nuevo mundo, lo que no le gusta en materia de libertad religiosa al viejo
continente.
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