Tomado del Libro Cuentos,Historias & Relatos (Tomo I)
Por A.J.Ortega
Los ingleses
son ante nuestros ojos un pueblo extraordinario. Cuando consultamos las páginas
de su historia milenaria y sus aportes al progreso de la humanidad tenemos que
aceptar que así es. De allí han venido para nuestro conocimiento y uso, miles
de inventos, de teorías políticas, de proezas que han enriquecido no sólo su
literatura y orgullo nacional, sino un estilo y una manera bautizada por su
flemática forma de proceder.
Indudablemente
y siguiendo la línea que caracteriza a los anglosajones por la frialdad que
imprimen a todos sus actos cotidianos, se les considera calculadores en los
negocios y hay quienes sostienen que la neblina Londinense ha sido culpable de
ese temperamento que hace lentos sus modales y perezosos sus movimientos. Pero
hay un acuerdo general en el juicio que se les hace cuando afirmamos que de
ninguna manera son mentes improductivas sino por el contrario, son de un
portento de profundas reflexiones sobre la meta última del hombre acorde con
firmes principios de comportamiento que los ha llevado a la conquista de lo
inhóspito hasta llegar a ser, como lo
fueron, imperio de vastas extensiones de tierra rigiendo sobre cientos de
millones de seres humanos.
Cierto es que
son arrogantes en la expresión, pero elegantes cuando quieren que la moda se
refleje como parte de su cultura, sus
maneras de moverse y de vestir. También viven contentos con el sistema monárquico que está empotrado en la vida inglesa desde hace
muchos siglos y cuya jerarquía la representa la reina Isabel que pareciera que fuera
inmortal.
Estamos
acostumbrados a oír de las personas que llegan a una cita a tiempo: “Soy
puntual como un Inglés” y “caballeroso sin caballo, pero como un Londinense”,
“Actúas tan acartonado como si fueras la reina de Inglaterra”, esto último para
significar el exceso de clase política y social por el antipático distanciamiento
que ella impone como un muro de contención a otros seres humanos de menor
jerarquía y por la tendencia milenaria a encontrar al resto de los mortales en
la categoría de subalternos, como lo demanda el régimen de su majestad.
Pero ese
superficial anecdotario que el mundo moderno civilizado tilda de anacrónico, es
superado por hechos extraordinarios como la revolución Industrial originada en
Inglaterra que cambió al mundo con el aporte que ese país hizo con la ciencia y
la técnica originada en su fértil
imaginación como aporte al progreso humano, de donde vino el surgimiento de personalidades que marcaron
hitos en la historia de la economía universal o por la simple aparición de
individualidades que han sido maravillosas con la naturaleza con hechos
amorosos que comprometen sus vidas, como el que vamos a relatar.
Elizabeth es
una dama inglesa que contrario al pasado que representa la reina Isabel, carece
de títulos de realeza, pero que para el momento de esta historia, está dotada
por el más inmenso amor por la zoología animal. Ha dedicado desde la
universidad toda su vida al cuidado de los gorilas. Con el título de zoóloga ha
ganado honores en la Universidad de Cambridge, con los cuales ha partido hacia los bosques húmedos del
Centro y Oeste de África, por la zona ecuatorial de montes boscosos y sabanas
selváticas.
Conoce
Camerún, Gabón, El Congo, Etiopía y en este que espera sea su último viaje, hace
asentamiento en los límites de la zona boscosa de Ubangui colonia de monos de
piel gris, macacos, chimpancés y gorilas que constituyen una de la especie más temible de monos Africanos.
En esa inmensa región del África Central, tribus en estado salvaje y cazadores
crueles de diversos orígenes, se dedican a la caza de los hermosos gorilas que
venden en pública subasta, cuando no sus descuartizados miembros que ofrecen abiertamente
en las calles al turismo carnicero que sigue existiendo sobre la tierra debido a
las débiles prohibiciones existentes implantadas por algunos gobiernos del llamado
continente negro.
En sus viajes
Elizabeth visitó uno de los más concurridos mercados públicos de especies del
Congo. Prisionera entre una rudimentaria jaula de madera una recién nacida
gorilita se encontraba para la venta. Su madre había sido descuartizada horas
antes por un grupo de cazadores batekes que como los casi extintos bebuinos,
macacos o jibones, hacían de esa cruel actividad un medio de vida.
La mujer de
Londres se acercó a la cárcel de madera y se arrodilló para mirar a la bebé
gorila. En sus ojos grandes y redondos descubrió la tristeza de lágrimas de la
orfandad y del hambre de dos días.
- ¿Cuánto
vale?, Preguntó metiendo su mano en el bolsillo de la falda de caqui en busca
de la libra esterlina.
El hombre de
la tribu sin ningún asombro le dio el precio, pero le advirtió en lengua bateke
que la pequeña gorila moriría si no era alimentada por la madre y porque además
se negaba a recibir alimento.
- No me
importa-. La tomo, respondió Elizabeth contando las libras esterlinas hasta la
cantidad requerida y las entregó al cazador.
Mujer y bebé
gorila viajaron al día siguiente a Londres, después de llenar los trámites
exigidos por los ingleses para permitir el ingreso de esa especie a su territorio.
En su casa de
Rodé Shire la pequeña bestia recibió muchos cuidados y amor de su nueva
protectora y contra toda predicción sobrevivió al cuidado de su madre humana y
a su lado volvióse adulta.
Durante ocho
años de cuidados, dedicación y amor por el animal, la zoóloga inglesa aprendió el intrincado idioma gráfico
de los simios. Observando los movimientos que el gorila realizaba para hacer o
deshacer, Elizabeth los fue codificando buscando el sentido de los ruidos seguidos
de movimientos hasta lograr clasificarlos
por la repetición, lo que también hizo con los sonidos que emitía cuando estaba hambrienta y
pedía alimentos o cuando podía ver la tristeza de sus ojos, con lo que
estructuró la primera forma de elemental lenguaje con el que empezó a lograr
las primeras muestras de entendimiento
con la joven gorila.
Con la
admirable paciencia anglosajona dedicó buena parte de su tiempo a clasificar
los movimientos físicos y sonidos hasta llegar a una conversación inteligente
con la gorila adaptada ya a los tratos amorosos de Elizabeth. Logrado esta
maravilloso resultado de comunicación en todo lo relacionado con las
necesidades y emociones de la Gorila que ya había crecido lo suficiente como
para iniciar la etapa de regreso a sus orígenes, Elizabeth quiso compartirlo
con el mundo para lo cual citó a una rueda de prensa en los jardines de su casa invitando a las revistas especializadas,
a la esquiva televisión Londinense, a los periódicos y a los más avezados e
incrédulos periodistas especializados en cubrir la vida animal y en particular en el mundo
salvaje.
Frente a ellos
habló con desparpajo con la gorila a la
que le dio órdenes que el animal
inteligentemente cumplió a cabalidad, pero obviamente no logró convencer a los
periodistas espectadores, que al principio interpretaron el espectáculo como un
acto rutinario que por cientos de años habían ofrecido todos los circos del mundo.
Sin embargo,
sorpresivamente uno de aquellos personajes que por su participación accidental
en la historia extraordinaria de los acontecimientos del hombre logran con su
intervención hacer la diferencia para descubrir un momento estelar de la naturaleza,
tomó la palabra para decir:
Hace un par de
semanas dos gorilas machos de esa misma especie fueron vendidos al zoológico de
Londres. Llevemos a la gorila hasta allí y démosle ordenes que todos vamos a
mantener en secreto hasta el momento de darlas y usted las transmitirá al
gorila para ver qué sucede.
La mujer y el
grupo de periodistas se rieron de la propuesta, pero al final estuvieron de
acuerdo y unos días después periodistas y animales se encontraron en el
zoológico de Londres frente a las jaulas de dos gorilas machos.
Entonces las
órdenes que deberían transmitirse a la gorila se le entregaron por escrito a Elizabeth que a su vez las transmitió a la gorila, que las cumplió sin ningún trabajo.
Fueron instrucciones que casi implicaban una interpretación cercana a la que
hacen los hombres del común y a veces identificación de cosas, pruebas que la
gorila cumplió sin dificultad y hasta casi con humano aburrimiento.
Pero cuando la
acercaron a las jaulas que separaban a los gorilas machos, se produjo un
desquiciamiento entre ellos.
Los gorilas
enloquecieron al ver a la hermosa hembra y comenzaron a actuar emitiendo
sonidos y golpeándose salvajemente el brillante y calvo pecho mientras
intentaban salirse por entre las barras de las jaulas, mostrando sus peligrosos
caninos.
Elizabeth
escuchó lo que los animales machos se decían pero guardó mudo silencio como
Inglesa.
- Pregúntele
al gorila ¿cuál de los dos machos le gusta?, dijo uno de los periodistas que
aprisionaba una pipa en su mano.
La mujer lo
hizo en forma gutural, moviendo su cuerpo, inclinando luego el lado derecho en mano
y pie como si intentara avanzar.
La gorila puso
su dedo sobre el labio inferior y emitió unos sonidos extraños con los que dijo
su preferencia.
- La gorila
dice que le gusta el que está en la jaula de la izquierda, comentó la inglesa.
- ¿Cómo vamos
a saber que esa selección es verdadera, si los que estamos aquí no entendemos
“su lenguaje”?., Interrogó el periodista con esa reconocida ironía anglosajona.
- Dígale que
vaya hasta allá y le dé un beso o que se pare junto a la jaula del que le gusta
dijo con sorna otro de los escépticos.
Elizabeth y la
gorila se hablaron de nuevo con sonidos y movimientos que causaban sonrisas
deformes en los labios de los periodistas.
La gorila, sin
esperar un segundo, fue hasta las jaulas donde los otros gorilas continuaban
armando un terrible escándalo. Entonces la gorila se detuvo. Unos segundos transcurrieron
mientras decidía su preferencia. De pronto avanzó hacia la jaula de la
izquierda dando el beso al gorila preferido ante el asombro de todos.
Este hermoso e
insignificante suceso obviamente no pasó de ser más que una anécdota
periodística que ningún medio informativo registró, seguramente pensando que al
admitir la existencia del inteligente lenguaje animal, ello nos podía poner en comunicación directa con nuestros parientes
los simios, quedando resuelto el caso del eslabón perdido entre los primeros
hombres con los antropoides.
Pero sin lugar
a dudas, el ser humano es el animal más orgulloso de toda la naturaleza.
Con la
evolución de sus propios sonidos en miles de millones de años, logró darse el
lenguaje y construir con el idioma la teoría religiosa de su origen divino. En
lo que llamamos su desarrollo cultural, ha demandado de las otras especies que
se expresen en idioma entendible si quieren colocarse a su propio nivel para
demostrar que son inteligentes, cuando lo que ha debido hacer es descender a
ese precioso mundo que permanece en el secreto animal con sus enseñanzas, movimientos,
olores y sonidos con los que se entienden entre sí todas las especies. La
naturaleza toda ha demostrado que los animales se comportan en muchas
oportunidades en forma más inteligente a como lo hace el hombre más avanzado de
la civilización moderna.
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