Thursday, January 15, 2015

LA GORILA HABLA


Tomado del Libro Cuentos,Historias & Relatos (Tomo I)
Por A.J.Ortega

 

Los ingleses son ante nuestros ojos un pueblo extraordinario. Cuando consultamos las páginas de su historia milenaria y sus aportes al progreso de la humanidad tenemos que aceptar que así es. De allí han venido para nuestro conocimiento y uso, miles de inventos, de teorías políticas, de proezas que han enriquecido no sólo su literatura y orgullo nacional, sino un estilo y una manera bautizada por su flemática forma de proceder.

 

Indudablemente y siguiendo la línea que caracteriza a los anglosajones por la frialdad que imprimen a todos sus actos cotidianos, se les considera calculadores en los negocios y hay quienes sostienen que la neblina Londinense ha sido culpable de ese temperamento que hace lentos sus modales y perezosos sus movimientos. Pero hay un acuerdo general en el juicio que se les hace cuando afirmamos que de ninguna manera son mentes improductivas sino por el contrario, son de un portento de profundas reflexiones sobre la meta última del hombre acorde con firmes principios de comportamiento que los ha llevado a la conquista de lo inhóspito  hasta llegar a ser, como lo fueron, imperio de vastas extensiones de tierra rigiendo sobre cientos de millones de seres humanos.

Cierto es que son arrogantes en la expresión, pero elegantes cuando quieren que la moda se refleje como parte de su cultura,  sus maneras de moverse y de vestir. También  viven contentos con el sistema monárquico  que está empotrado en la vida inglesa desde hace muchos siglos y cuya jerarquía la representa la reina Isabel que pareciera que fuera  inmortal.

 

Estamos acostumbrados a oír de las personas que llegan a una cita a tiempo: “Soy puntual como un Inglés” y “caballeroso sin caballo, pero como un Londinense”, “Actúas tan acartonado como si fueras la reina de Inglaterra”, esto último para significar el exceso de clase política y social por el antipático distanciamiento que ella impone como un muro de contención a otros seres humanos de menor jerarquía y por la tendencia milenaria a encontrar al resto de los mortales en la categoría de subalternos, como lo demanda el régimen de su majestad.

Pero ese superficial anecdotario que el mundo moderno civilizado tilda de anacrónico, es superado por hechos extraordinarios como la revolución Industrial originada en Inglaterra que cambió al mundo con el aporte que ese país hizo con la ciencia y la técnica  originada en su fértil imaginación como aporte al progreso humano, de donde vino el  surgimiento de personalidades que marcaron hitos en la historia de la economía universal o por la simple aparición de individualidades que han sido maravillosas con la naturaleza con hechos amorosos que comprometen sus vidas, como el que vamos a relatar.

Elizabeth es una dama inglesa que contrario al pasado que representa la reina Isabel, carece de títulos de realeza, pero que para el momento de esta historia, está dotada por el más inmenso amor por la zoología animal. Ha dedicado desde la universidad toda su vida al cuidado de los gorilas. Con el título de zoóloga ha ganado honores en la Universidad de Cambridge, con los cuales  ha partido hacia los bosques húmedos del Centro y Oeste de África, por la zona ecuatorial de montes boscosos y sabanas selváticas.

 

Conoce Camerún, Gabón, El Congo, Etiopía y en este que espera sea su último viaje, hace asentamiento en los límites de la zona boscosa de Ubangui colonia de monos de piel gris, macacos, chimpancés y gorilas que constituyen una  de la especie más temible de monos Africanos. En esa inmensa región del África Central, tribus en estado salvaje y cazadores crueles de diversos orígenes, se dedican a la caza de los hermosos gorilas que venden en pública subasta, cuando no sus descuartizados miembros que ofrecen abiertamente en las calles al turismo carnicero que sigue existiendo sobre la tierra debido a las débiles prohibiciones existentes implantadas por algunos gobiernos del llamado continente negro.

En sus viajes Elizabeth visitó uno de los más concurridos mercados públicos de especies del Congo. Prisionera entre una rudimentaria jaula de madera una recién nacida gorilita se encontraba para la venta. Su madre había sido descuartizada horas antes por un grupo de cazadores batekes que como los casi extintos bebuinos, macacos o jibones, hacían de esa cruel actividad un medio de vida.

La mujer de Londres se acercó a la cárcel de madera y se arrodilló para mirar a la bebé gorila. En sus ojos grandes y redondos descubrió la tristeza de lágrimas de la orfandad y del hambre de dos días.

 

- ¿Cuánto vale?, Preguntó metiendo su mano en el bolsillo de la falda de caqui en busca de la libra esterlina.

 

El hombre de la tribu sin ningún asombro le dio el precio, pero le advirtió en lengua bateke que la pequeña gorila moriría si no era alimentada por la madre y porque además se negaba  a recibir alimento.

 

- No me importa-. La tomo, respondió Elizabeth contando las libras esterlinas hasta la cantidad requerida y las entregó al cazador.

 

Mujer y bebé gorila viajaron al día siguiente a Londres, después de llenar los trámites exigidos por los ingleses para permitir el ingreso de esa especie a su territorio.

 

En su casa de Rodé Shire la pequeña bestia recibió muchos cuidados y amor de su nueva protectora y contra toda predicción sobrevivió al cuidado de su madre humana y a su lado volvióse adulta.

 

Durante ocho años de cuidados, dedicación y amor por el animal, la zoóloga  inglesa aprendió el intrincado idioma gráfico de los simios. Observando los movimientos que el gorila realizaba para hacer o deshacer, Elizabeth los fue codificando buscando el sentido de los ruidos seguidos de  movimientos hasta lograr clasificarlos por la repetición, lo que también hizo con los  sonidos que emitía cuando estaba hambrienta y pedía alimentos o cuando podía ver la tristeza de sus ojos, con lo que estructuró la primera forma de elemental lenguaje con el que empezó a lograr las primeras muestras de  entendimiento con la joven gorila.

 

Con la admirable paciencia anglosajona dedicó buena parte de su tiempo a clasificar los movimientos físicos y sonidos hasta llegar a una conversación inteligente con la gorila adaptada ya a los tratos amorosos de Elizabeth. Logrado esta maravilloso resultado de comunicación en todo lo relacionado con las necesidades y emociones de la Gorila que ya había crecido lo suficiente como para iniciar la etapa de regreso a sus orígenes, Elizabeth quiso compartirlo con el mundo para lo cual citó a una rueda de prensa en los jardines de su  casa invitando a las revistas especializadas, a la esquiva televisión Londinense, a los periódicos y a los más avezados e incrédulos periodistas especializados en cubrir  la vida animal y en particular en el mundo salvaje.

 

Frente a ellos habló con desparpajo con la  gorila a la que  le dio órdenes que el animal inteligentemente cumplió a cabalidad, pero obviamente no logró convencer a los periodistas espectadores, que al principio interpretaron el espectáculo como un acto rutinario que por cientos de años habían ofrecido todos los circos del mundo.

 

Sin embargo, sorpresivamente uno de aquellos personajes que por su participación accidental en la historia extraordinaria de los acontecimientos del hombre logran con su intervención hacer la diferencia para descubrir un momento estelar de la naturaleza, tomó la palabra para decir:

 

Hace un par de semanas dos gorilas machos de esa misma especie fueron vendidos al zoológico de Londres. Llevemos a la gorila hasta allí y démosle ordenes que todos vamos a mantener en secreto hasta el momento de darlas y usted las transmitirá al gorila para ver qué sucede.

 

La mujer y el grupo de periodistas se rieron de la propuesta, pero al final estuvieron de acuerdo y unos días después periodistas y animales se encontraron en el zoológico de Londres frente a las jaulas de dos gorilas machos.

 

Entonces las órdenes que deberían transmitirse a la gorila se le entregaron por escrito a  Elizabeth que a su vez las transmitió a la  gorila, que las cumplió sin ningún trabajo. Fueron instrucciones que casi implicaban una interpretación cercana a la que hacen los hombres del común y a veces identificación de cosas, pruebas que la gorila cumplió sin dificultad y hasta casi con humano aburrimiento.

 

Pero cuando la acercaron a las jaulas que separaban a los gorilas machos, se produjo un desquiciamiento entre ellos.

 

Los gorilas enloquecieron al ver a la hermosa hembra y comenzaron a actuar emitiendo sonidos y golpeándose salvajemente el brillante y calvo pecho mientras intentaban salirse por entre las barras de las jaulas, mostrando sus peligrosos caninos.

 

Elizabeth escuchó lo que los animales machos se decían pero guardó mudo silencio como Inglesa.

 

- Pregúntele al gorila ¿cuál de los dos machos le gusta?, dijo uno de los periodistas que aprisionaba una pipa en su mano.

 

La mujer lo hizo en forma gutural, moviendo su cuerpo, inclinando luego el lado derecho en mano y pie como si intentara avanzar.

 

La gorila puso su dedo sobre el labio inferior y emitió unos sonidos extraños con los que dijo su preferencia.

 

- La gorila dice que le gusta el que está en la jaula de la izquierda, comentó la inglesa.

 

- ¿Cómo vamos a saber que esa selección es verdadera, si los que estamos aquí no entendemos “su lenguaje”?., Interrogó el periodista con esa reconocida ironía anglosajona.

 

- Dígale que vaya hasta allá y le dé un beso o que se pare junto a la jaula del que le gusta dijo con sorna otro de los escépticos.

 

Elizabeth y la gorila se hablaron de nuevo con sonidos y movimientos que causaban sonrisas deformes en los labios de los periodistas.

 

La gorila, sin esperar un segundo, fue hasta las jaulas donde los otros gorilas continuaban armando un terrible escándalo. Entonces la gorila  se detuvo. Unos segundos transcurrieron mientras decidía su preferencia. De pronto avanzó hacia la jaula de la izquierda dando el beso al gorila preferido ante el asombro de todos.

 

Este hermoso e insignificante suceso obviamente no pasó de ser más que una anécdota periodística que ningún medio informativo registró, seguramente pensando que al admitir la existencia del inteligente lenguaje animal, ello nos podía poner  en comunicación directa con nuestros parientes los simios, quedando resuelto el caso del eslabón perdido entre los primeros hombres con los antropoides.

 

Pero sin lugar a dudas, el ser humano es el animal más orgulloso de toda la naturaleza.

 

Con la evolución de sus propios sonidos en miles de millones de años, logró darse el lenguaje y construir con el idioma la teoría religiosa de su origen divino. En lo que llamamos su desarrollo cultural, ha demandado de las otras especies que se expresen en idioma entendible si quieren colocarse a su propio nivel para demostrar que son inteligentes, cuando lo que ha debido hacer es descender a ese precioso mundo que permanece en el secreto animal con sus enseñanzas, movimientos, olores y sonidos con los que se entienden entre sí todas las especies. La naturaleza toda ha demostrado que los animales se comportan en muchas oportunidades en forma más inteligente a como lo hace el hombre más avanzado de la civilización moderna.

 

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