Por A.J.Ortega
Ese circo de toldos viejos
pero muy bien reparados,
que por pueblos va pasando
en colorida fanfarria
espectáculo mostraba,
con hábiles saltimbanquis
de la cuerda floja,
que siempre a todos
los niños emocionan.
Trapecistas de maromas
que caer bien se dejaban
sobre la red colocada
para burla de bufones
y mal pintados payasos.
Domadores de perros
saltarines entre fuegos
sin que de sus pelos
uno solo se dejara
por las llamas chamuscar.
Arlequines que contaban
descarados chascarrillos
que de todo se burlaban
sin sacar una sonrisa
a quienes los escuchaban.
Animadores de tablas
que vestidos de etiqueta
como pingüinos de fiesta
alegres todos se mostraban
haciendo bromas de lágrimas.
Artistas de chistes malos
y farsas representadas
en sus discursos agrestes
y que a los asistentes
maltrataban con palabras
aburridas y pesadas.
Domadores de fieras
de pieles bien cepilladas
pero todas descarnadas;
tramoyistas, titiriteros
imitando movimientos
sin ninguna voluntad,
jinetes semidesnudos
sobre ancas de caballos
percherones que al son
que les tocan bailan
en el círculo de arena.
Leones sin filudos dientes
sin garras y sin melenas
que enjaulados entre rejas
mueven el ánimo a penas.
Elefantes de colmillos
recortados que espantan
con su gigante tamaño
a los amos siempre niños
que se hacen levantar
por la trompa arrugada
para montar el dominio
sobre la piel embarrada.
Magos que esconden
la realidad entre mangas,
todos incluyendo animales
son los llamados artistas
que son como congresistas
que ganan con el engaño
para ganarse las dietas
que pagan las tontas gracias
que al parecer son iguales
en circos y en democracias.
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