Por A.J.Ortega
José Fouché encarnó con el poder que sus manos aprisionaron, todas las épocas de la revolución y la post revolución francesa. Fue activo anti realista en el gobierno de los girondinos, influyente y determinante en la política durante el imperio y en el retorno de Luis XVIII a la monarquía.
Ascendió por la escalera de la anarquía revolucionaria popular hasta
convertirse en el hombre indispensable a todos los gobiernos que se sucedieron
en el palacio de las Tullerías. Fouché fue el político por excelencia. En su
ministerio como jefe de la policía del Estado supo utilizar las informaciones
que solo a él le reportaban sus agentes del servicio secreto sobre los enemigos
de los poderosos y en particular sobre el mismo Fouché que él acumulaba en el
archivo más selecto de la que terminó siendo parte importante de la historia
convulsionada de Francia. Supo todo sobre la vida y pecados de los políticos
ambiciosos de poder. Para poderlos perseguir Fouché los volvió enemigos del Estado
quo, cuando de lo que se trataba era de su enemistad personal. Por ello supo
hacer uso del poder de hacer para que cada figura política de su época surgiera
con su apoyo o cayera en desgracia. Fouché era el amo maestro de esa caldera
política en la que él convertía los pecados de la clase gobernante en
instrumentos de la política de Estado.
Traidor por excelencia supo golpear en el momento preciso al amigo de la
víspera al que no dudó en traicionar y golpear en el momento preciso en que iba
a convertirse en todo poderoso como Dios. Como un camaleón supo saltar de un
bando al otro. Siempre supo tomar la bandera triunfante en el instante en que
presentía iba a cambiar la política. Lo sabía todo de antemano, gracias a las
informaciones de sus agentes que alimentaban su desarrollado olfato político
que acertadamente le permitió dar un paso adelante de todos sus adversarios y
acontecimientos importantes de su época. Fue inmoral, corrupto, oportunista,
genial.
Fouché fue capaz de todo, desde lo más trascendente hasta lo más bajo.
La historia lo recuerda como el asesino de la ciudad de Lyon después de haber
fusilado a miles de ciudadanos realistas enemigos de la Revolución, de
obligarlos a cavar sus propias sepulturas y de dispararles sin piedad.
Fue el cristiano más antirreligioso que existió. Por las calles de Lyon
se paseó llevando de cabestro a un asno que vistió con hábitos de Obispo y al
que dio de beber agua en un cáliz de oro, para conseguir la confianza de los
revolucionarios antirreligiosos con un radicalismo como ese.
Hizo lo que tenía que hacer para demostrar que no era cierto que fuera
un hombre débil y pusilánime como lo decía Robespierre, el más peligroso de sus
enemigos en sus discursos a quien calumnió con sus propias palabras hasta
lograr cercenarle la cabeza en la Guillotina.
Traicionando a todos, imponiéndose sobre las circunstancias adversas más
increíbles, pasó a la historia de la política de Francia a la que él, José
Fouché, se aferró hasta la muerte. Fue el Rey de la intriga al que temieron
todos los gobiernos que se sucedieron en Paris desde la toma de la Bastilla
hasta la caída del impero Napoleónico que él mismo propició.
En la historia de todas las revoluciones y de todos los gobiernos
corruptos, siempre ha existido un personaje como José Fouché. Ellos surgen
entre las crisis profundas de los pueblos, que por circunstancias inevitables,
terminan por ser factores determinantes en su historia.
En este siglo encontramos un caso que, válidas proporciones históricas,
tiene semblanza con José Fouché.
Nuestro personaje es un sujeto de segundo orden, ha vivido toda su vida
en la oscuridad del anonimato. Vladimiro Montesinos hace su aparición en la
política peruana haciendo gestiones ante la mafia del narcotráfico para
conseguir un millón de dólares para la campaña presidencial de Alberto
Fujimori.
Sus conexiones con el criminal más perverso del que se tenga noticia en
los anales del crimen latinoamericano no son del todo inexplicables. El capo de
tutti le capi, el tristemente jefe colombiano del Cartel del narcotráfico Pablo
Escobar, necesitaba la complicidad del gobierno del Perú para su negocio
clandestino del tráfico de drogas ilegales y paga por ello el dinero que se
necesita para elegir al “Chino” Fujimori, como lo han bautizado los limeños.
Fujimori es Presidente. Montesinos se vuelve desde entonces, el
funcionario más poderoso del Perú porque se ubica más cerca del presidente que
nadie. Es un obsecuente servidor que auxilia todos los caprichos políticos del
mandatario Inca. Como su mano derecha aprovecha, se toma oportunidad para
volverse patrocinador secreto de los negocios de Pablo Escobar y con ello
introduce el narcotráfico en el gobierno con lo que gana mucho dinero.
Con sus actividades delictuosas corrompe toda la Administración pública
de la nación Inca. El tenebroso funcionario ejerce el cargo de jefe de policía
del gobierno. Desde allí compra en dólares los votos de los partidos de
oposición y los vuelve cómplices del fraude que favoreció la elección del
“chino” Fujimori. Magistrados y jueces recibieron dinero de sus manos.
Montesinos graba secretamente cada delictuosa transacción para usarla contra
ellos mismos. El Jefe de policía ha diseñado en su despacho una pequeña
habitación dotada con equipos para esos propósitos. En cada vídeo quedan las
pruebas de la corrupción de toda la política peruana que recibe el dinero de la
mafia de la droga con el que los enemigos a la aspiración reeleccionista del
presidente Fujimori renunciaron a ese propósito.
Fujimori ve los Vladivideos de los que fueron sus enemigos y se siente
seguro. Pero comete el error de pagar el sucio favor a Vladimiro Montesinos
nombrándolo Asesor presidencial y el brazo más poderoso de su gobierno.
Desde esta alta posición el Asesor se vuelve lavador de dólares de la
mafia de las drogas ilícitas, vendedor clandestino de armas para las guerrillas
comunistas de Colombia, protector de reos narcotraficantes y exportador de
pasta de cocaína hacia los E.U.
En pocos meses sus actividades delictivas se extienden por la geografía
sin fronteras de Latinoamérica.
Haciendo valer su influencia con el presidente, Montesinos monta a la
mafia en el poder y cobra por ello millones. Los narcotraficantes tienen manos
sueltas para hacer negocios y utilizar el territorio peruano para sus
exportaciones de droga que se hace sin limitaciones. Las comisiones en dinero
las deposita Montesinos en el exterior elevando a éste parecido “Fouché” a la
categoría de todopoderoso que compra vidas y conciencias donde lo necesite,
porque también se ha vendido a la Agencia de Inteligencia de los Estados
Unidos, la poderosa C.I.A. a la que suministrará informaciones sobre decisiones
vitales del gobierno y casos criminales con los que se deshace de sus enemigos
de negocios, jugando el papel de doble agente porque reporta a la mafia con
anticipación los movimientos de la Agencia Norteamericana a la que convierte en
rey de burlas.
Prevalido del seguro de manejo que le da la Central de Inteligencia se
vuelve exportador mensual de harina de pescado mezclada con cocaína que desde
el Perú exporta camino a Méjico y desde ese país a los E.U. Ha depositado en
sus cuentas bancarias del exterior más de mil millones de dólares provenientes
de tan lucrativas actividades ilícitas.
Una tarde cualquiera Montesinos olvida en su oficina una copia de un
video en el que un propietario de Periódico aparece recibiendo miles de dólares
por imponer a su periódico la mordaza editorial. Desgraciadamente el video cae
en manos enemigas y se hace público.
El documento se convierte en una bomba política que golpea como un
martillo al gobierno de Fujimori y a toda la sociedad peruana porque siguiendo
los rastros, se descubren miles de filmaciones en las que aparece todo el mundo
peruano recibiendo dinero del Asesor presidencial para las que son sus propias
actividades criminales.
Enterado por sus propias fuentes el propio presidente Fujimori allana la
casa de Montesinos sin encontrar las evidencias que conoce de antemano pero no
posee. Entones Montesinos desaparece y comienza a huir ante los hechos que lo
comprometen.
El presidente ordena dar con el paradero de su Asesor para incautarle
las pruebas que tiene que hacer desaparecer para evitar verse enredado en los
vericuetos del tráfico de drogas y lavado de dinero. Pero lo hace tarde y meses
después cae, porque Vladimiro Montesinos aparece fuera de las fronteras
peruanas y le hace daño con sus declaraciones. Desde la clandestinidad
Montesinos culpa de todo al “Chino”.
“Fujimori es el único responsable. Él daba todas las órdenes”, dice el
Asesor Presidencial. Esas declaraciones resquebrajan el piso del gobierno y el
presidente lesionado por la presión popular, se cae. Fujimori sale de Lima con
destino al Japón donde se convierte en asilado político.
Desde entonces el Perú se despierta cada día con nuevas filmaciones que
incluyen las pruebas de la corrupción del Congreso, de los hombres de negocios,
de los industriales, de los curas, de los partidos políticos, de la justicia
toda vendida al Asesor Presidencial.
El mundo de ayer que admiró a Fujimori en su lucha contra el comunismo,
lo mira con desprecio porque Vladimiro Montesinos lo acusa con insistencia de
haber sido el autor intelectual que ordenó todas sus acciones. Vladimiro
Montesinos estuvo Venezuela protegido por los servicios de Inteligencia de Hugo
Chávez, que lo oculta por dinero.
Pero Hugo Chávez, que también tiene alma de traidor, hace la pantomima
de la detención de Vladimiro Montesinos a quien en ese instante se le han
confiscado las cuentas bancarias en E.U. y ya no tiene dinero para pagar la
protección de Chávez que para quitarse la papa caliente de las manos lo expulsa
de Venezuela, para evitar el juicio de extradición que pondría en aprietos a
sus servicios de inteligencia.
Desde la cárcel de Lima Montesinos amenaza con revelar el lugar donde
guarda treinta y dos mil vídeos filmados de personajes que se vendieron al
gobierno Fujimori. Una semblanza con personajes de la historia referida que es
pura coincidencia.