Hoy tuve la oportunidad de presenciar la alegría
observando el rostro de la risa. La risa es el muro que hace por unos instantes
que desaparezca la tristeza o permanezca el aburrimiento. Cuando la gente ríe
los ojos se cierran y sus contornos se arrugan mientras las mejillas se estiran
hacia atrás al ritmo de la boca que muestra todos los dientes en una expresión de
hilaridad que vuelve hermoso al feo que se vuelve portador de esa que es una
energía contagiosa e incontenible. Las narices se
expanden porque la respiración se agita y cambia al retener la salida del oxígeno
convertido en aire de la carcajada que produce sonidos diversos porque son
expresivos de los efectos que motivan la alegría que cada cual siente de manera
irrepetible. El cuerpo entero se mueve contorsionando y agachándose en un vaivén
de sube y baja. Los brazos y las manos se elevan hacia el rostro para intentar
que se descubra lo que se quiere ocultar de esa expresión de la felicidad burlona
como si se tratara de disculpar todas las imágenes chistosas que pasan por la
mente en esa pintadas de palabras de humor que vuelven caricatura el ridículo distorsionado
fuera de control que afecta a quien va dirigida la burla. En esos breves
instantes todo se vuelve sorpresa para la mente que ríe emocionada por la
identidad de la descripción de los hechos con el personaje que causa el ridículo
o la burla de un acontecimiento trivial proveniente de quien refiere los hechos
risibles con un buen y pronunciado
sentido del humor. Y luego de que pasado tan agradable instante, nada vuelve a
la normalidad porque la alegría que se ha logrado entre todos impide recuperar las
circunstancias permanentes de la vida supuestamente seria que carece de la
sustancia alegre y que es lo que llamamos la vida normal.
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