Quisiera compartir
con ustedes una breve historia dramática que trajo a mi mente un interrogante
realmente extraño. Cada vez que por un accidente de tránsito muere una persona
y nos vemos obligados a presenciar el hecho circunstancial que después nos
muestra un cuerpo inanimado al que le falta un zapato solitario que se
encuentra lejos del accidente mortal. En segundos alguien se encarga de cubrir el cuerpo sin vida sin preocuparse
por ese detalle inexplicable.
Lo cierto es que
pude observar que nadie se tomó el trabajo de recogerlo para ponerlo de nuevo
en su lugar. Después de presenciar el estertor de la muerte puedo asegurarles
que se siente una gran tristeza porque uno comienza a imaginar la angustia de
la familia que desea que el que ya está muerto, regrese a casa. Es probable que
lo esperen con la alegría de volver a verlo con todas las características de su
condición de irrepetible ser humano. Se imagina uno a su esposa y a sus
pequeños hijos que quieren verlo y escucharlo comentar lo bueno que durante el
día vivió en su trabajo o las dificultades que va a tener que superar si al día
siguiente la vida le da otra oportunidad. Es probable que sus dos pequeños hijos
escuchen con atención las palabras amorosas de su madre que le dice a su esposo
que sí, que él puede sobreponerse a todas esas dificultades y le declara además
que ella lo percibe como un hombre responsable en su trabajo y muy inteligente que
ya antes ha demostrado su sentido de superación ante los más delicados
problemas. Uno se imagina al esposo recibiendo amoroso el elogio de su mujer con
orgullo y por ello se acerca a sus pequeños para abrazarlos recibiendo de ellos
ese calor amoroso puro e infantil.
Solo que el
tiempo no se detiene porque las horas pasan de largo y su presencia que iba a
ser como otros días motivo de alegría, comienza a verse con preocupación porque
ha llegado la noche y para su familia existe la certidumbre de que en la oscuridad
conspira el crimen que es causante de la muerte. En breve, la noticia de su deceso
accidental ocasionará gritos desgarradores de dolor y como las lágrimas, parecerá
que no van a tener fin. Antes de abandonar la inexplicable escena que acabo de
ver repetida, llego a la conclusión de que la realidad no está en los
pensamientos sino bajo aquella sábana fría que cubre el cuerpo inerme que la muerte
ha tenido que ayudar para que el alma de aquel ser se escape de su cuerpo por la
planta de uno de sus pies y para ello tenía que despojarlo de uno de sus
zapatos.
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