Monday, May 5, 2014

MEJICO LINDO Y QUERIDO


MEJICO LINDO Y QUERIDO

 

Visitar Ciudad de Méjico es toda una aventura. Viajando en un taxi Volkswagen que tiene diseño de cucarrón, el visitante se dedica a visitar lugares turísticos importantes como los museos, los parques de diversiones y los bares que abundan por doquier.

Cambiando de ruta una y otra vez, en media hora cualquier turista logra recorrer por las afueras de las colonias, algunas exclusivas construcciones llamadas mansiones que valen millones de dólares y que están rodeadas de muros para proteger a los ricos que las habitan y que en la cabeza de los mejicanos son los que de una y otra forma están relacionados con la política y por ello su fortuna tiene mala fama.

 

A mediados de la tarde, el taxista, que es un buen hombre que hace el papel de guía de turismo sin la debida licencia, ha complacido al pasajero que le ha solicitado parar en todas las esquinas.

 

- El verdadero turismo -dice el taxista-, debería consistir en pasear por los lugares donde se descubre la verdad de nuestro Méjico lindo que es bien diferente a la que ven los ojos de los que nos visitan superficialmente porque los que los pasean saben que la pobreza no se muestra con buenas imágenes, ¿me entiende lo que le quiero decir?

 

- Entonces, antes de que termine el día usted me va a mostrar la verdad oculta del Méjico pobre.

 

- ¡Ándele! Eso ya es rete fácil. No tiene que esperar a que llegue la tarde que todo lo oculta. A donde lo voy a llevar usted solo tiene que mirar a donde quiera para encontrar que las calles como las vecindades están llenas de “Panchos y Lupitas con sus escuincles que viven entre sus harapos con sus necesidades escondidas y entonces se dará cuenta que allá se encuentra la realidad que ocultamos pero que está por todas partes.

 

El turista sonrió.

 

- Está bien, lléveme a donde yo pueda ver hacerme a la idea de la ciudad de Méjico. Quiero ir a lugares donde no sea ofensivo tomar unas pocas fotografías, pero eso tiene que ser en un lugar que usted conozca bien, dijo el turista mientras el Volkswagen tomaba rumbo hacia el cinturón de miseria, que se dice rodea a los ricos de Méjico.

 

Vamos hacia  las que llamamos “vecindades”, que son nuestros inquilinatos. Allí viven amontonadas nuestras humildes familias, que sobreviven como pueden porque son seres humanos olvidados de la mano corrompida del gobierno del partido revolucionario.

 

El conductor entonces avanzó por cuarenta y cinco minutos hacia los extramuros de la ciudad que es donde tiene asiento el laberinto de construcciones de miseria y que es el más extenso de la tierra. Avezados conductores con muchos años de experiencia tienen que usar mapas para encontrar orientación y no perderse por allí donde pulula el hampa, porque esta vez el conductor lo lleva a la vecindad donde él vive y porque el turista le ha permitido tomar ventaja en su tarea de ahorrar gasolina como guía turístico clandestino.

 

Poco después el pequeño vehículo se detiene. Una actividad de nido de hormigas se observa por doquier. Alrededor del taxi comienzan a llegar los niños, luego los pobres de solemnidad y finalmente las mujeres morenas como la virgen de Guadalupe que quieren saber dónde están sus hijos que juegan por doquier. El taxista los conoce a todos y los llama por sus apodos y ellos le responden con un “quiúbole” cariñoso para acercarse a ver esta vez que les van a regalar.

 

Entonces el turista desciende del VW y entra a la vecindad traspasando la cortina de la privacidad de los pobres donde se encuentra la verdad social de Méjico. La primera impresión es que la gran mayoría de la población mejicana vive en la miseria absoluta, pero con el orgullo de que está llena su gran dignidad. Hacinados en pequeños cuartos familias de tres y cuatro personas suman sus penas sin esperanza de poder salir de aquel lugar de diez o doce cuartos que le dan forma al  inquilinato que cuenta con un solo baño para todos. La ducha es un desnudo tubo de agua que cuelga de la pared de un  pequeño cuarto que está sin terminar. En cada una de esas habitaciones cocinan sus alimentos y es allí mismo donde duermen con sus hijos y el perro.

 

En unos minutos de conversación y ante la pregunta de si tienen o no trabajo, la respuesta general es que el trabajo con seguridades sociales no existe en Méjico desde el siglo pasado. El que tiene la suerte de contar con trabajo de sirvienta o siervo recibe un salario de miseria sin prestaciones sociales que es prácticamente una limosna que se le paga a esos obreros a los que se les acusa de ser “igualados” cuando intentan hablar y a quienes no les alcanza lo que ganan para vivir decentemente. La mayoría culpan al (PRI), partido revolucionario institucional, como causante de la explotación del trabajador y de la corrupción política en todos los cargos del Estado.

 

- Es imposible derrotar a los corruptos que son los dueños del poder y que a la vez son la única fuente de trabajo para el pobre que tiene para ellos la condición de esclavo. A los indios, que son una gran parte de la población, se les trata como manumitidos analfabetas. A ellos les han robado sus tierras y se les somete a vejámenes, malos tratos a sus mujeres a las que se les gritan palabras ofensivas  porque levantan el rostro cuando están frente al amo que las abusa. Sus “escuincles”, son destinados a la servidumbre y por eso no tienen derecho al futuro; la riqueza del país va a parar a manos de los poderosos al mando. Por eso, cuando los rebeldes zapatistas se levantaron en Chiapas pidiendo justicia para los campesinos, el presidente les tendió su mano de paz a los rebeldes que se cubrían sus rostros detrás de los pasamontañas, no para ocultarse en el anonimato ante el Estado policía que siempre los ha maltratado sino por el miedo que les inspira ser reconocidos por la capacidad de retaliación del gobierno que en otras protestas les ha dejado hondas cicatrices.

Por ello la justicia social en Méjico es una ilusión que siempre regresa a practicar la injusticia contra los de abajo.

 
El turista ha tomado sinnúmero de fotografías de niños humildes cuyos rostros hicieron parte de esa historia triste de la ciudad Azteca que lo llevó a conocer un taxista amante de la verdad.

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