Por
A.J.Ortega
Siempre
supe desde joven
que
a García Lorca lo mataron
cinco
tiros de fusil
metidos
en sus espaldas
por
orden de la tiranía
en
la España dividida
de
la derecha a la izquierda.
Soldados
lo habían seguido
por
las zarzas y las hiedras
hasta
que se lo encontraron
caminando
por el borde
del
Guadalquivir en su tierra,
dando
del destino los pasos
porque
lo iban a matar
como
él quiso que así fuera,
bajo
una noche de estrellas.
Los
magnicidas no acallaron
sus
escritos iluminados
por
la luz de todas ellas
que
decoraron sus versos
con
la libertad de escribir
los
más bellos pensamientos
que
se hacen con poesía
y
las hermosas palabras
con
que él cantaba a la vida
la
que perdió en un instante
solo
por iluminar las ideas
de politicas tinieblas.
de politicas tinieblas.
Permíteme
recordarte
Federico
García Lorca
con
mis humildes palabras
porque
arte y literatura
escribiste
para que duraran
por
toda una eternidad
y
así es que vale la pena,
como
siempre tú lo hiciste
para
este mundo traidor
al
que le diste alegrías
a
mujeres y soñadores,
que
así somos los poetas
con
las chiquillas coquetas
que
tú siempre mantuviste
bien
dispuestas a tu lado,
como
las tenemos ahora
los
que estamos en la tierra
festejando
tu recuerdo
con
copa de vino añejo
apretada
en la zurda mano
y
la guitarra gitana
que
se rasga con pasión
bien
encogidas las piernas
para
acompañar tus versos
con
las notas de sus cuerdas
a
la par que recitamos
tus
amorosos poemas.
“LA CASADA INFIEL
Federico García Lorca
♪
Y
que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río”.
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río”.
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