Por A.J.Ortega
Al ser humano nada le sorprende al tener la certeza de que todo evoluciona de tal forma, que las cosas cambian de apariencia y de concepto en menos que canta un gallo .Por ello, antes de que el sentido de estas palabras desaparezca voy a referir la noticia que presencié en uno de esos canales de televisión que nunca tienen cosas importantes que trasmitir y que llenan sus espacios con noticias tontas, pero que en algunas ocasiones como la que vamos a relatar, aparecen con temas realmente sorprendentes gracias a los asuntos del azar.
Entonces dice el presentador:
“El chisme en las oficinas, según una investigación científica, produce
mejor rendimiento, baja el estrés y mejora la calidad del trabajo, si lo que se
difunde no tiene mala intención”. En un breve reflexionar era entonces posible
imaginar a los intelectuales, rascándose la cabeza con el descubrimiento de tan
grande beneficio para la vida social del mundo.
La noticia, por si sola, hizo recordar algunos chismes célebres en tierra lejana, en
donde se cuecen cosas que solo la imaginación desocupada da por ciertas, como
la que vamos de inmediato a referir:
En una campaña política para la presidencia de la
República de Colombia, un directivo de gremio industrial respaldó a un
candidato a presidente que tenía fama de hablar delgado de timbre y de mover
las manos con cierto amaneramiento, como si estuvieran sostenidas suavemente
arriba del viento.
Cuando echaba discurso, el candidato de marras tiraba
plumas a diestra y siniestra, porque, como se dijo, era afeminado de maneras,
pero sin ser culpable de nada más que del chisme que se hacía sin comprobación
sobre su personal e íntima forma de ser.
Por la confianza que el industrial mostró por su
candidatura, el propio candidato le hizo al dirigente gremial una promesa que consistía
en que, una vez fuera elegido presidente lo nombraría embajador en Washington,
capital del mundo financiero donde por supuesto, abunda el dinero que tanto
apetece a los hombres de empresa.
Pasadas las elecciones, al candidato de marras la
Corte electoral le dio la noticia de su triunfo, que obviamente lo puso muy
feliz. Como nuevo Presidente se encargó de inmediato de asuntos importantes de
Estado, dejando pasar más tiempo del prudente para proveer el diplomático cargo
en la Capital del Imperio Americano, lo que causó serias sospechas de
incumplimiento en la cabeza del industrial candidato a Embajador.
De tanto esperar y ya perdidas sus esperanzas, este
hombre de gremio, que por serlo era muy exigente y tenía la lengua muy larga,
se dedicó a fabricarle chismes al Presidente en fiestas y cócteles,
precisamente relacionados con el reconocido amaneramiento del ahora elegido
Presidente. Pero como la envidia no duerme y todos los humanos que se destacan
tienen personajes desafectos, los enemigos del industrial hombre de gremio le
chismosearon a su vez al Presidente, lo que el industrial andaba inventando
sobre su especial personalidad, con el fin obviamente de sacarle la rabia al
mandatario y evitar con ello el nombramiento del industrial en Washington.
Pero como el destino es cruel, una noche, en una
reunión social coincidieron Presidente y candidato frustrado a Embajador.
- Señor presidente, le dijo el industrial candidato a
diplomático, ¿qué documentos voy a necesitar para posesionarme como embajador
en Washington?
- Los mismos que va a necesitar para probar que yo soy
lo que usted anda diciendo que soy, le contestó el Presidente.
Obviamente no hubo nombramiento y triunfó el chisme, con el cumplimiento
del aforismo que dice: “difamad, difamad que de la difamación algo queda” y
aunque lo que se supone debe quedar se
devuelva contra los intereses de uno a cargo y cuenta del difamado como en este
caso.
Entonces viene la conclusión sobre este tema con un relato entre
comillas que tiene algo que ver con la historia relatada.
“A una mujer que se confesaba frecuentemente de hablar mal de los demás,
San Felipe Nerí le preguntó:
- ¿Te sucede con frecuencia hablar mal del prójimo?
- Muy a menudo padre, responde la penitente.
- Hijita, vuestra falta es grande. Es necesario que
hagas penitencia. He aquí lo que harás. Mata una gallina y tráemela enseguida. La
condición es que debes desplumarla por el camino, desde tu casa hasta que llegues aquí.
- La mujer obedeció y se presentó ante el santo con la
gallina desplumada.
- Ahora, le dijo San Felipe. Regresa por el mismo
camino que viniste y recoge una por una las plumas de la gallina.
- ¡Pero eso es imposible padre!, dijo la mujer. Con el
viento que hace hoy, no encontraré ni una sola pluma.
- También yo lo sé reiteró el santo, pero con ello he
querido hacerte comprender que si no puedes recoger las plumas de una gallina
desparramadas por el viento, ¿cómo podrás reparar todos los chismes y las
calumnias levantadas y dichas a mucha gente y en perjuicio de tu prójimo?”.
Quedan cerradas las comillas y terminado el juicio
sobre el informe de la televisión cuando se ha prestado a publicar chismes y
poner de pelea a personas importantes con el fin de ganar injustificada audiencia.
Esto es lamentablemente muy veridico. En l mundo en que vivimos hay dos sentimientos que corroen el alma de los seres humanos. Uno es la envidia y el otro es el chisme, casi siempre provocado por el primero. !Excelente exposicion!
ReplyDeleteJajajaja, cierto. Gracias por tu tiempo. un abrazo
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